Virtuosismo férreo

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Su mirada evoca seguridad; su técnica, notables dosis de aptitudes. Agustina Torres Mongelós (17) bailó desde niña; a partir de lo cual, su escalada aspiracional no se detuvo. Su madre, María Lys Mongelós, era bailarina; pero acompañando a su prima Tatiana Mersán a ensayos y presentaciones, Agustina descubrió gestarse en sí la apetencia por bailar a sus cinco años, edad a la que se sumó a las alumnas de ballet clásico de la Academia Núcleo de Arte y Danza, de Maribeth Brizuela. Su destreza pronto la puso en el foco de observaciones y atentos análisis por parte de profesionales de acreditado peso. A los 11 años, bajo la dirección de Marilyn Candia, ingresó en la Escuela Municipal de Danzas de Asunción (IMA), instituto en cuyos concursos conquistó significativos premios y accedió a becas. Una de estas la enfiló hacia el Centro Dança Rio, en Río de Janeiro, Brasil, coyuntura que la mantuvo alejada de su familia un semestre entero, con tan solo 13 años.

La prolijidad de sus movimientos sobre el espacio escénico le valió la participación en certámenes brasileños y argentinos.

En 2013, tras su retorno al Paraguay, audicionó para la Escola do Teatro Bolshoi no Brasil –única dependencia de la rusa State Academic Bolshoi Theatre fuera de Moscú– y resultó electa junto con ocho bailarines paraguayos.

A meses de cerrar su preparación académica en el Brasil, en medio de unas breves vacaciones en Asunción, Agustina nos confiesa sus expectativas por exhibir su desempeño artístico en alguna compañía alemana.

¿Qué te enlazó con la danza?

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Mi mamá, María Lys Mongelós, fue bailarina y yo traía en la sangre esa inclinación. Conmigo aún en su vientre, ella organizaba concursos o espectáculos de danzas. Pero, sobre todo, a raíz de ir asiduamente a ver bailar a mi prima Tatiana Mersan fue que un día, teniendo cinco años, le dije a mamá: “Quiero ser bailarina”, y me llevó a la academia de baile Núcleo de Arte y Danza, en la que empecé. Inicialmente, se dio como un juego, pero al poco tiempo asumí la determinación y la meta de trabajar y vivir de la danza. Mi mundo es el baile.

¿Siempre clásico?

Aunque mi formación en ese género es más acentuada, practiqué danza contemporánea durante cinco años y paraguaya, como intérprete, durante tres. Entre mis maestros de cursos especiales de contemporánea están Diana Tomasetig, brasileña; Allison Jacks, paraguaya residente en los Estados Unidos y Fernando Hurtado, español. En danza clásica, los argentinos Angélica Fiorani, Silvia Bazilis, Néstor Asaff y Alejandra Díaz, paraguayo-argentina, con quien tomo clases particulares desde los 10 años.

¿Cómo apareció en perspectiva asistir a la Escola do Teatro Bolshoi del Brasil?

Tenía 15 años cuando se dio. Fuimos nueve –siete mujeres y dos hombres– los paraguayos seleccionados para estudiar en el Bolshoi del Brasil –única filial del Bolshoi de Rusia– y seguimos solo cuatro. Audicionamos en setiembre de 2013 e iniciamos la formación en febrero de 2014. Desde entonces, resido en Joinville, ciudad del Estado de Santa Catarina, gracias al apoyo de mi familia y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fondec), que nos ayuda a solventar hospedaje y alimentación. Visito Asunción solo cuando puedo.

¿Cómo es tu entrenamiento?

Si bien se asienta en el Brasil, es una escuela rusa que enfatiza la técnica llamada Vaganoba, considerada la más difícil de la danza clásica. No se practica en el Paraguay, motivo de las grandes diferencias en cuanto a métodos y sobrexigencia. Allá se respira una cultura muy rusa; hay maestros brasileños y muchos rusos. Aunque el lenguaje de la danza clásica es el francés, categóricamente, la mayoría de las clases se imparte en portugués.

Casi completando esta etapa, ¿esbozás lo que vendrá?

Mi meta es terminar la carrera, incursionar profesionalmente en una compañía de Alemania, entregarme íntegramente y vivir de la danza. ¿Por qué Alemania? Creo que por mis raíces. Mi bisabuelo materno era alemán. Sé de más opciones, otros países y compañías, pero me gustaría Alemania. La idea es probar; quiero, pero quizá no sea mi lugar. No hay nada concreto aún; con 18 años podré mirar más allá. Las compañías europeas toman bailarines de 21 años recién como profesionales.

¿Cómo sobrellevás la vida remota de los tuyos?

Cristina Aguilar, mamá de una de las bailarinas también seleccionada, es mi mamá allá y se encarga de quienes continuamos. La primera vez que me alejé de mi familia tenía 13 años y pasé seis meses en Río de Janeiro. Me costó mucho, pero la experiencia me templó para enfrentar la distancia familiar. Una bailarina de vocación debe pasar esas dificultades. Cuando me siento mal, me doy fuerzas a mí misma. Es lo que quiero y voy detrás de mis sueños.

Lo suyo no es una entelequia, al contrario. Movida desde pequeñita por su alta aspiración, la adolescente artista espera brindarse al público esforzándose día a día.

Escola do Teatro Bolshoi no Brasil

Fundada en 2000, con la misma visión del ballet ruso, disciplina y nivel de perfección en el método Vaganova, es la única delegación de la moscovita State Academic Bolshoi Theatre. Los estudiantes cursan ocho años para graduarse en técnicos en Danza y provienen principalmente de clases sociales menos favorecidas aunque la selección es abierta para todo brasileño o extranjero. De rígida rutina –4,5 h de clases y ensayos diarios, cinco veces por semana– su malla curricular abarca Danza Contemporánea y Popular Histórica, Dueto e Historia de la Danza, Educación Musical y Rítmica, Folclore Brasileño, Gimnasia Acrobática y Específica, Historia del Arte, Literatura Musical, Piano, Práctica Escénica, Repertorio y Teatro.

Fuente: www.escolabolshoi.com.br

Agustina Torres

Emprendió sus estudios de ballet a los cinco años. Seleccionada por la Escola do Teatro Bolshoi no Brasil y a un año de concluir esta fase de su carrera, apunta a revelar al mundo su potencial, preferentemente, como miembro de una compañía alemana.

nadia.cano@abc.com.py