Debates sobre el aborto no tienen argumentos, sino plagueos

“¿Para qué abre las piernas?”, “los fanáticos religiosos están en contra porque son unos arcaicos”. Cuando se debate acerca del aborto, parece que la cordura se va de vacaciones. Es fácil opinar superficialmente y tachar a las personas por estar en desacuerdo o a favor de la interrupción del embarazo, pero, en realidad, ¿se analizaron suficientes variables como para sacar conclusiones o señalar con el dedo?

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Llegar al extremo de pasar videos de mal gusto de bebés llorando que llaman a sus padres, materiales que apelan a la sensibilidad antes que a la razón, no es una manera sana de discutir acerca del aborto. Las personas deben pensar por sí mismas y si sabemos que ese no es un hábito en nuestro país, ¿para qué promover que continúe siendo así? Esto puede desacreditar a las instituciones “pro vida”.

Así también, muchos que están a favor del aborto no pierden tiempo en prejuzgar a quienes tienen una postura opuesta, diciendo que son arcaicos y fanáticos religiosos que se escaparon de las cavernas. Un debate de este tinte no tiene que ser igual al de ebrios, los domingos de tarde, luego de ver fútbol.

Se evadió durante bastante tiempo hablar de este tabú, pero es una realidad que no puede continuar siendo ignorada. Vivimos en una sociedad en la que hablar de sexo evoca frases dramáticas: “Che Dios, ¿cómo piko se van a tocar esos temas?”; mejor dicho: ¿cómo no se los habría de tocar?

Ahora llegamos a un punto en el cual no se sabe qué hacer con respecto a los embarazos precoces y casos de niñas violadas. Y no se va a encontrar una respuesta si continuamos defendiendo posturas diciendo: “¿Por qué si no quiere hijos abrió las piernas?” o “el que está en contra del aborto es un fanático de mente cerrada”, pues cada caso es muy diferente. Además, cuestiones como la educación sexual y el machismo imperante pasan de largo, como si no fueran las causas reales de lo que hoy vivimos.

En ambas caras de la moneda hay buenas intenciones. Quienes están a favor del aborto y los que asumen la postura contraria defienden lo mismo, en realidad: la vida; la cuestión es que los fines son distintos. Quizás nadie quiera herir en esta discusión, pero la conclusión final debe ser producto de un análisis individual, no de algo inducido ni de lo que “gritan” ambos bandos.

Por Ayelén Díaz Chaparro (19 años)

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