La Estancia Carla María se ha convertido en un caso emblemático del agro paraguayo al integrar producción, cuidado ambiental y compromiso social en una misma estrategia empresarial. Ubicada entre Caaguazú y San Pedro, y dedicada a la ganadería y a la producción de soja, el establecimiento no solo destaca por sus rindes productivos, sino también por su aporte a la conservación de la biodiversidad.
Un reciente relevamiento registró en el predio 144 especies de aves, entre ellas el pájaro campana y el yetapá chico, ambas consideradas amenazadas a nivel nacional e internacional. A este patrimonio natural se suma un tajy de 36,5 metros de altura y 5,2 metros de diámetro de tronco, distinguido como el Árbol Más Grande del Paraguay 2025 en el concurso Colosos de la Tierra.
La soja producida en Carla María cuenta con certificación RTRS (Mesa Redonda de Soja Responsable), un estándar internacional que garantiza prácticas alineadas con criterios ambientales, sociales y económicos.
Para Empedril, empresa propietaria de la estancia, la certificación fue una herramienta clave para ordenar, documentar y auditar procesos que ya formaban parte de su cultura productiva. En la última campaña se certificaron 13.700 toneladas de soja, producidas en 5.904 hectáreas.
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“La certificación no quita rentabilidad, al contrario, suma eficiencia y valor”, señala José Carlo Bogarín, director ejecutivo de Empedril, quien destaca que estos protocolos fortalecen la imagen corporativa y facilitan el acceso a mercados internacionales cada vez más exigentes.
Actualmente, más del 25% de las 15.700 hectáreas de la estancia se mantiene como reserva natural, mientras la empresa avanza en procesos de certificación de bosques nativos para la generación de bonos de carbono. A esto se suma un trabajo sostenido con comunidades vecinas, a través de un programa que involucra a unas 300 familias de pequeños productores, promoviendo capacitación, autonomía productiva y mejores condiciones de comercialización.
Con más de 40 años de trayectoria, Empedril apuesta a la innovación, la agricultura de precisión y la adopción de bioinsumos, consolidando un modelo que demuestra que el desarrollo del agro paraguayo puede ser competitivo, responsable y sostenible a largo plazo.
