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Pero ¿qué son las metodologías activas? ¿Por qué se emplean, cómo se emplean y cuáles son sus ventajas?
Todo aquello que le permita al alumno aprender de una manera activa, entendiéndose el término «activa» como todo lo que sitúe al alumno en el centro de su propio aprendizaje, es un método activo. Una metodología activa no significa que el alumno tenga que estar en permanente movimiento ni que la escuela tenga que ser un eterno recreo, no se trata de eso. Sino más bien de mantener al alumno interesado en su aprendizaje, crítico, autónomo, cooperativo y reflexivo; sacándolo de su pasividad tanto cuanto sea posible mediante actividades que parten de su experiencia y aprendizajes previos y con ejes temáticos que tengan conexión con su propia realidad y aseguren verdades y duraderas experiencias de aprendizaje.
A todo esto, en los últimos tiempos, inmersos en la digitalidad, podemos sumarle el uso de la tecnología educativa, pero entendida como herramientas que pueden mejorar el PEA, pero que su sola implementación sin una planificación adecuada y una selección pertinente no hace a la innovación educativa.
Una metodología activa supone una transición, un cambio que concibe el aprendizaje como una construcción ya no basado en la enseñanza, sino en el aprendizaje. El alumno construye sus propios conocimientos, es un agente activo, centro de todo el proceso y el docente es un orientador.
Los resultados del aprendizaje basado en metodologías activas, se evidencian en un mejor rendimiento académico, pero sobre todo en la adquisición de las competencias, de habilidades, del aprender a aprender.
En conclusión, por metodologías activas se entiende hoy en día aquellos métodos, técnicas y estrategias que utiliza el docente para convertir el proceso de enseñanza en actividades que fomenten la participación activa del estudiante y lleven al aprendizaje.
Fuentes: Labrador, Ma. J. y otros. Metodologías Activas. Universidad Politécnica de Valencia. 2018.