Tomando como base la novela Women Talking de Miriam Toews, a su vez inspirada en hechos reales ocurridos en la década del 2000 en una colonia menonita de Bolivia, la cineasta Sarah Polley crea un relato de emancipación femenina que deja un impacto indeleble.
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La historia trascurre en una colonia menonita en un lugar no especificado. Las mujeres de la colonia descubrieron que han sido sometidas a abusos sistemáticos luego de ser sedadas durante las noches, y cuando algunos de los atacantes son descubiertos y llevados presos a un pueblo cercano, casi todos los hombres de la colonia van al pueblo para pagar la fianza. Aprovechando esto, las mujeres se reúnen para tomar una decisión: perdonar a sus atacantes y no hacer nada, quedarse y luchar contra sus abusadores o irse de la colonia.
A pesar de su tema central, Polley no presenta nunca hechos de violencia, de ningún tipo, en pantalla. No necesita hacerlo, porque centrándose solo en las secuelas - físicas, psicológicas, emocionales - el impacto de esa violencia ya es dolorosamente fuerte.
Polley no presenta una crónica de atrocidades sino, como la propia película lo describe, un “acto de imaginación femenina”, un filme que es exactamente lo que dice su título, un filme que consiste casi exclusivamente de mujeres hablando pero que, como los mejores filmes centrados en debates, logra que hacer esas conversaciones atrapen y tengan tanto peso cinematográfico como el más tenso thriller de suspenso.
Porque el debate – que por votación se reduce pronto a una opción entre quedarse y pelear o irse –, como lo retrata el maravillosamente complejo pero accesible guion de Polley en base a la novela de Toews, está lejos de ser una cuestión binaria, sino que es nada menos que un punto de inflexión físico y espiritual que incluso dentro de esa elección doble desprende varios puntos de vista, un debate sobre preceptos teológicos y su grado de validez cuando se imponen desde la injusticia.
Salome (Claire Foy) es furiosamente beligerante, dispuesta a ir contra lo que su religión le impone, pelear a muerte y “arder en el infierno” antes que permitir que ella o su hija vuelvan a ser victimizadas; Ona (Rooney Mara), en cuyo vientre crece un hijo engrendrado a través de la violencia que originó el debate, también cree en la lucha con el objetivo de que las vencedoras puedan establecer nuevas reglas igualitarias en la comunidad; Mariche (Jessie Buckley) insiste en que el perdón es la única opción viable, tanto por la incertidumbre que supondría dejar la colonia y adentrarse en un mundo que no conocen como la idea de violar sus preceptos religiosos de pacifismo con una lucha en la que posiblemente tengan que matar o morir.
Hay tensión en la cuenta regresiva que pesa sobre el debate, el inminente regreso de los hombres y la necesidad de tomar una decisión y actuar antes de que eso ocurra. Y en esa urgencia una película que consiste enteramente en conversaciones se vuelve un ejercicio de suspenso además de ser una fascinante reflexión política, teológica y de género.
Ellas hablan es un filme supremamente bien escrito y dirigido con una confianza similarmente suprema, un potente motor generador de indignación y empatía adornado con un trabajo de fotografía hermoso en sus postales desaturadas de un paraíso convertido en prisión.
Calificación: 5/5
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ELLAS HABLAN
Título original: Women Talking
Dirigida por Sarah Polley
Escrita por Sarah Polley (basada en una novela de Miriam Toews)
Producida por Dede Gardner, Jeremy Kleiner y Frances McDormand
Edición por Christopher Donaldson y Roslyn Kalloo
Dirección de fotografía por Luc Montpellier
Banda sonora compuesta por Hildur Guðnadóttir
Elenco: Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley, Judith Ivey, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Kate Hallett, Liv McNeil, Ben Whishaw, August Winter, Frances McDormand