“Angry Birds” no es para enojarse

Como es el caso con el videojuego en que se basa, la película de “Angry Birds” es simple entretenimiento sin profundidad, pero buen entretenimiento al fin.

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Con Warcraft a punto de llegar a los cines de la mano de uno de los jóvenes cineastas más interesantes de la actualidad, y Assassin's Creed en camino para fin de año con un tráiler que al menos se muestra bastante prometedor, ¿será 2016 el año en que las adaptaciones de videojuegos al cine se reivindiquen definitivamente?

Yo diría que el año al menos comienza relativamente bien para los filmes que traen personajes de videojuego a la gran pantalla, ya que Angry Birds trae a los coloridos personajes del sencillo pero adictivo juego para dispositivos móviles de Rovio al cine en un filme animado que tiene suficientes risas y creatividad para justificar una expedición a las salas del séptimo arte.

En una era en la que los videojuegos “triple A” cuentan con avances tecnológicos y económicos que les permiten cerrar más que nunca la brecha entre el arte del videojuego y el cine – con una presentación de película, grandes actores e incluso música de oscarizados compositores como Hans Zimmer, Harry Gregson Williams y Gustavo Santaolalla –, Angry Birds se encuentra en el extremo opuesto del espectro, una presentación modesta y sencilla y, lo más relevante, carente de una historia más allá del simple concepto de aves contra cerdos, lo que efectivamente da carta blanca a los realizadores a la hora de armar una historia propia.

Y la historia que la gente detrás de Angry Birds arma no se caracteriza por su originalidad. Nuestro protagonista es Red (Jason Sudeikis), un pájaro rojo y solitario que, a causa de sus cejas particularmente grandes y temperamento volátil es objeto de burla y cierto grado de rechazo por parte de los otros habitantes emplumados de la bella isla en la que vive.

Tras su más reciente incidente de ira, Red es enviado a una clase de manejo de ira en la que conoce a otros curiosos pájaros como el hiperveloz e hiperactivo Chuck (Josh Gad) y el explosivo Bomb (Danny McBride). Sin embargo, la vida en la isla se ve alterada con la llegada de unos escandalosos cerdos verdes que cautivan a las aves, excepto a Red, quien sospecha inmediatamente de los visitantes y sus verdaderas intenciones.

Más allá de algunos momentos de buena comedia, particularmente en torno a los problemas de ira de Red o la presencia siempre hilarante de un masivo plumífero llamado Terence – con la voz, o más bien los gruñidos, de nada menos que Sean Penn –, la primera parte de la película no tiene demasiado qué destacar; tiene el suficiente color, ritmo acelerado y chistes sencillos para mantener entretenidos a los niños, pero su historia cargada de elementos demasiado repetidos – el protagonista rechazado, los obvios villanos a los que por alguna razón solo el protagonista ve como sospechosos, el héroe legendario que en realidad no es como lo venden, etcétera – la cosa se puede hacer un poco aburrida para aquellos con menos tolerancia para el humor infantil.

En otras palabras, la película peca al principio de reclinarse demasiado en humor fácil y no aprovechar tanto como quizá podía sus elementos más únicos; más comedia centrada en el tratamiento de ira de Red hubiera sido bienvenida, en vez de perder tanto tiempo con los cerdos. Esa primera parte es obvio relleno, la consecuencia de tener que adaptar un juego que básicamente no tiene historia ni personajes que adaptar.

Sin embargo, la película repunta de forma impresionante en la parte final, cuando parece despabilarse, recuerda que es una adaptación de un videojuego y se pone a hacer precisamente eso: adaptar el videojuego. El prolongado clímax de la película es precisamente lo que Angry Birds debería ser: una versión de gran espectacularidad de eso que millones de jugadores hacían al catapultar sus aves hacia las estructuras de los cerdos. La secuencia está llena de acción creativa y vistosa, e incluso un notable sentido de urgencia en los momentos más intensos, y no pierde tiempo explicando cosas que no necesitan explicación; ¿por qué cierta ave tiene sorprendentes poderes inexplicables? No importa.

Angry Birds, el juego, es puro mecánica y casi nada de historia, y Angry Birds la película sabiamente explota esa mecánica, y si bien hubiera sido genial que la historia del filme esté un poco mejor trabajada, con un poco de humor más original, al final la consecuencia es mínima; el filme entretiene y punto.

Si bien Angry Birds no es para nada esencial, acaba lo suficientemente divertida para justificar una expedición al cine.

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ANGRY BIRDS (The Angry Birds Movie)

Dirigida por Clay Kaitis y Fergal Reilly

Escrita por Jon Vitti

Producida por John Cohen y Catherine Winder

Edición por Kent Beyda y Ally Garrett

Banda sonora compuesta por Heitor Pereira

Elenco: Jason Sudeikis, Josh Gad, Danny McBride, Bill Hader, Peter Dinklage, Maya Rudolph, Kate McKinnon, Tony Hale, Keegan-Michael Key, Blake Shelton y Sean Penn

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