“Píxeles”: game over

El nuevo filme de Adam Sandler se hunde bajo una sorprendente falta de creatividad y humor dudoso, desperdiciando ideas interesantes y acción ocasionalmente decente.

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Con películas como Píxeles, ir al cine se siente menos como la experiencia de escape y placentera distracción que idealmente es y más como un trabajo poco placentero, un trámite de aquellos que lo tienen a uno deseando estar en algún otro lugar, haciendo alguna otra cosa.

Se trata de un filme que toma una premisa interesante con gran potencial – una invasión de personajes de videojuegos – y la desperdicia totalmente con humor pobre, gastado y ocasionalmente ofensivo, y enterrando la buena voluntad que sus bastante decentes escenas de acción generan centrando su atención en personajes que van desde estereotipos olvidables hasta estereotipos memorablemente irritantes.

El filme abre con un prólogo ambientado en los '80, presentándonos a Sam Brenner y a su amigo Will Cooper mientras el primero navega expertamente los coloridos laberintos de Pac-Man, con tal destreza que acaba presentándose a un torneo de videojuegos cuyos detalles serán documentados por la NASA y lanzados al espacio con una cápsula cargada de ejemplos de la cultura popular terrestre.

En lo que aparentemente es el momento definitorio del resto de su vida, Sam pierde la final del torneo, y treinta años después se ha convertido en un “fracasado” interpretado por Adam Sandler, “condenado” a un empleo como instalador de artefactos electrónicos con un uniforme naranja que dice “NERD”, y a afectuosas conversaciones con su mejor amigo Will (Kevin James), quien se convirtió en nada menos que el impopular presidente de los Estados Unidos.

Personalmente, creo que el personaje de Sam falla desde el principio, y no porque tenga a Sandler como actor (en eso entraremos más adelante), sino porque el guión jamás se esfuerza en generar empatía. Aunque es enormemente gastada, la idea del protagonista atrapado en un trabajo y una vida que no desea puede funcionar, pero la película jamás nos dio a entender que Sam tenía algún anhelo, alguna meta que jamás pudo alcanzar. Lo vemos llegar a segundo lugar en un torneo de videojuegos e inmediatamente saltamos tres décadas en el tiempo. ¿Cuáles eran los sueños de Sam? ¿Qué planeaba hacer con su vida? ¿Quizá trató dedicarse profesionalmente a los videojuegos de alguna forma y no lo logró? Algo como eso, o cualquier cosa, hubiera dado algo de profundidad a Sam y generado la empatía que el filme parece querer que el público le regale, porque sin contexto, como la película nos lo presenta, Sam es simplemente un tipo con un empleo aparentemente estable y amigo personal del presidente, que se siente amargado por... ¿por qué, exactamente?

En fin, aquél mensaje enviado por la NASA, con los ejemplos de videojuegos, fue interceptado por una raza extraterrestre que los consideró una declaración de guerra – después de todo, tantos juegos como Galaga eran sobre destruir naves extraterrestres – y decide atacar la tierra en la forma de personajes de videojuegos. Ante esto, Will decide reunir un equipo de expertos en videojuegos compuesto por Sam, el paranoico Ludlow Lamonsoff (Josh Gad) y el narcisista Eddie Plant (Peter Dinklage) para liderar la defensa del planeta.

Algunas buenas ideas y elementos exitosos brillan en el abismo cósmico de fallas de Píxeles. Las grandes escenas de acción son por lo general decentes, y la persecución un destructivo Pac-Man gigante en las calles de Nueva York es probablemente el mejor momento de la película. Algunos chistes en particular, como la forma en que los extraterrestres se comunican con la Tierra y un “gag” en particular durante una escena de devastación en la India, funcionan tan bien que tienen el efecto secundario de iluminar el que, para mí, es el principal problema del filme: falta de arrojo.

En algunos momentos, la película parece apuntar a ser una emocionante aventura con elementos cómicos, personajes adorables y acción vistosa, algo que encaja con la trayectoria de su director Chris Columbus; mientras que en otros instantes parece apuntar a algo más cercano a una comedia “spoof”, con “gags” visuales absurdos, siempre lastrado por el hecho de que al mismo tiempo debe amoldarse a ser una comedia de Adam Sandler, tercamente empeñada en generar empatía con personajes que claramente no la merecen por ser hojas en blanco o pobres estereotipos. Quizá los resultados hubieran sido mejores si los realizadores se hubieran decidido por alguna de las rutas - preferentemente no la última - en vez de desterrar al filme a un espacio intermedio en que trata de ser todo eso y acaba siendo nada.

Sam es un protagonista que no es más genérico solo por sus ocasionales momentos de agresiva idiotez, como cuando trata de conseguir un beso de una mujer que claramente está en un estado de vulnerabilidad emocional, y tiene el atrevimiento de sentirse insultado cuando es rechazado. Michelle Monaghan es igualmente poco memorable como la militar que asiste con la lucha contra los alenígenas. Josh Gad pone ganas, pero ni siquiera él puede hacer algo rescatable con Ludlow, quien es es estereotípico “nerd” obsesionado con las conspiraciones, que fantasea con una mujer virtual y vive en el sótano de su madre, porque Píxeles no quiere hacer algo interesate u original, sino quiere ir a por el “gran público”, y la idea que el “gran público” tiene de los nerds en la actualidad viene principalmente de The Big Bang Theory. En cuanto a Eddie... bueno, sigo sin entender exactamente qué trató de hacer Peter Dinklage, pero si el objetivo era la comedia, falló.

Pixels no entiende de comedia ni de lo que hace a un personaje de interés, pero tampoco entiende de videojuegos. Donde películas como Scott Pilgrim vs The World y Ralph el Demoledor usan de forma ingeniosa la iconografía “gamer”, tanto en estética como en narrativa, claramente partiendo de un genuino amor y respeto por el medio, Píxeles se limita a tirar personajes al azar en la pantalla, sin lógica ni corazón. Pobre Q*Bert...

Además, el filme hace cínicos intentos de apelar a la nostalgia de los jugadores al mismo tiempo que cataloga la destreza en los videojuegos como “una habilidad inútil” que sólo sería relevante en caso de una invasión extraterrestre pixelada; eso obvia el hecho de que la industria del videojuego genera ingresos que ocasionalmente dejan muy por detrás a los filmes más taquilleros de la historia, y que incluso jugadores fuera de la industria ostentan fama y fortunas a veces millonarias en torneos profesionales o incluso en YouTube, pero a Píxeles no le importa eso, solo quiere poner a Pac-Man, Donkey Kong y compañía en la pantalla.

Píxeles es una comedia de acción sobre videojuegos que poco sabe de comedia o de videojuegos, y que tiene acción que ocasionalmente se salva pero que es muy flaco consuelo con todo lo que el filme hace mal. Cuando llege el momento de insertar monedas para verla, quizá sea mejor idea ver qué más hay en el arcade.

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PÍXELES (Pixels)

Dirigida por Chris Columbus

Escrita por Tim Herlihy y Timothy Dowling (basada en un cortometraje de Patrick Jean)

Producida por Chris Columbus, Adam Sandler, Michael Barnathan, Allen Covert y Mark Radcliffe

Edición por Peck Prior y Hughes Winborne

Dirección de fotografía por Amir Mokri

Banda sonora compuesta por Henry Jackman

Elenco: Adam Sandler, Josh Gad, Kevin James, Peter Dinklage, Michelle Monaghan, Brian Cox, Matt Linz, Ashley Benson, Jane Krakowski, Denis Akiyama, Sean Bean y Dan Aykroyd

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