El PiS mantiene, según todas las encuestas, una ventaja de aproximadamente el 5 % con respecto a su principal rival, la liberal Plataforma Cívica (PO) de Donald Tusk, pero esa diferencia puede no ser suficiente para otorgarles la mayoría absoluta y existe la posibilidad de que se vean obligados a plantear pactos para gobernar.
1. Las elecciones en números
Se elegirá a 460 diputados y 100 senadores en 41 distritos electorales. Los partidos que obtengan menos del 5 % de los votos y las coaliciones con menos del 8 % de los apoyos se quedarán sin representación parlamentaria, con la excepción de la minoría alemana, que no está sujeta a esta regla y suele obtener un escaño.
Podrán votar 30 millones de personas, de las cuales más de medio millón viven fuera del país.
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Más de un millón de polacos (el cuádruple que en las últimas elecciones) se ha inscrito en distritos electorales diferentes al de su lugar de residencia para que su voto "valga más", al ser contabilizado en regiones menos pobladas; son los llamados "votantes turistas".
2. Un mapa político complejo
La coalición ultraconservadora que gobierna Polonia controla actualmente 228 diputados en el Parlamento, tres menos de los necesarios para la mayoría absoluta; de ellos, 20 corresponden a Polonia Soberana, cuyo líder es el artífice de la polémica reforma judicial, mientras que el apoyo de otros cinco diputados independientes ha otorgado al Gobierno una mayoría absoluta de facto.
Por su parte, la opositora Plataforma Cívica tiene solo 125 escaños, pero su principal baza son los 42 senadores que le permiten controlar la cámara alta.
3. Colectivos que pueden decidir el resultado
La mayoría del millón y pico de jóvenes polacos que podrá votar por primera vez este domingo ha declarado que apoyará a Confederación, que agrupa a varios partidos ultranacionalistas y libertarios y que podría pasar de 10 a 50 escaños.
Las encuestas demuestran que los varones mayores de 50 años votarán, en sus tres cuartas partes, por el partido gobernante, mientras que algo más de la mitad de las mujeres se decantarán por Plataforma Cívica.
Gremios como los mineros o los agricultores suponen, cada uno, casi dos millones de votos, por lo que algunas de las medidas del Gobierno más costosas económicamente (subvenciones) o polémicas (embargo del cereal importado de Ucrania) han tenido como fin granjearse su apoyo.
4. Seguirá el bipartidismo
El partido gubernamental y el principal de la oposición suman dos tercios de los votos. La recién creada coalición centrista Tercera Vía, la progresista Izquierda o los ultraderechistas de Confederación rondan en todos los casos el 10 % de la esperanza de voto. Solo un terremoto político podría cambiar esto a corto plazo.
5. Extraños compañeros de cama
Para poder continuar con sus ambiciosos planes de reformas judiciales y educativas, subsidios sociales y sobre todo para mantener el orden interno y evitar luchas intestinas, para el PiS es imprescindible gobernar con una mayoría absoluta que, según las encuestas, pende de un hilo.
El socio natural para un posible pacto postelectoral sería Confederación, con quien admiten "tener más en común que diferencias". Pero la negativa de los ultras a integrarse en un Gobierno controlado por políticos que consideran traidores a la patria y el coste político que tendría para el PiS asociarse con extremistas podría complicar las cosas.
6. Cuestión de dinero
Debido a sus múltiples enfrentamientos con la Unión Europea, el Gobierno polaco aún no ha obtenido un céntimo de los ansiados 35.000 millones de los fondos de recuperación postpandemia. Además, debe abonar multas millonarias por incumplir sentencias de tribunales europeos.
Ese dinero es cada vez más necesario para afrontar la costosa política de subsidios sociales y exenciones fiscales que constituyen una de las principales bazas electorales del Gobierno, además de servir para impulsar las importantes inversiones en infraestructuras proyectadas, cono la construcción del mayor aeropuerto europeo al este de Berlín.
7. Los vecinos, mirando
El desenlace de las elecciones polacas proyectará sus efectos en Ucrania, país con el que el distanciamiento ha descendido en los últimos días a temperaturas gélidas y en Alemania, que es considerada por el actual Gobierno como la mano negra detrás de sus grandes problemas.
También se hará notar en la capital europea, que desearía poder contar con mayor cooperación por parte de un país cuyos ciudadanos apoyan incondicionalmente el proyecto europeo, pero cuyo Gobierno ve a Bruselas como una "dictadura de burócratas".
