El eterno mito de Bruce Lee a 40 años de su muerte

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LOS ANGELES. El mundo del espectáculo, desde China a Estados Unidos, conmemora este mes los 40 años de la muerte de Bruce Lee, el rey del kung fu cinematográfico, mientras trata de descifrar el secreto de su vigencia.

En Los Angeles será descubierta una estatua del actor a modo de “vigía” del barrio Chinatown, que para la ocasión celebra sus siete años de autonomía administrativa.

Además, para presentar su legendaria figura a las generaciones que no lo conocieron, el canal temático de Studio Universal dedica a Bruce Lee una programación especial todos los viernes de julio, con sus títulos más célebres.

Este singular icono del imaginario juvenil -ubicado sólo detrás del Che Guevara en el “top ten” de camisetas más vendidas- apela a emociones diferentes según las culturas que lo veneran.

En China, por ejemplo, encarna el orgullo nacional, pese a que creció en Hong Kong (por entonces aún bajo control inglés) y nació en San Francisco, el 27 de noviembre de 1940.

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En Estados Unidos sigue siendo el último héroe de la integración racial y el campeón de un mito del cuerpo que, después de él, proporcionó a Hollywood los “nuevos duros” de los años 70, desde Chuck Norris a Bruce Willis, de Steven Seagal al culturista Schwarzenegger. En el resto del mundo, primero exaltó los sueños de una juventud que veneraba la fuerza y el atletismo vitalista, y luego aquellos de otras generaciones que redescubrían la filosofía del cuerpo y el magisterio de las artes filosóficas orientales.

La verdadera originalidad de aquel muchacho norteamericano-oriental, actor de medios limitados y atleta que daba lo mejor de sí frente a la cámara, además de filósofo autodidacta, está justamente en su personalidad cambiante y difícil de encuadrar.

Nacido en Estados Unidos casi por casualidad, en el seno de una familia relativamente acomodada, con un padre que trabajaba en la joven industria cinematográfica de Hong Kong, Bruce Jun Fan Lee (en China venerado como Li Xiaolong, es decir "Pequeño dragón") se sintió rápidamente un predestinado.

Su familia volvió a Hong Kong en vísperas de la Segunda Guerra Mundial y siendo apenas un bebé se encontró en el set con apenas tres meses. Desde entonces hasta los 18 años frecuentó los estudios de cine: finalmente fue enviado a estudiar a Estados Unidos, donde con poco éxito asistió a la escuela superior y la universidad.

Se hizo notar en “The Orphan”, de 1958, pero sobre todo gracias a una filmación donde exhibió sus indiscutibles dotes en las artes marciales y de combate.

En su juventud practicó tai chi, judo, karate y box, sin destacarse en ninguno pero desarrollando un estilo personal y coreográfico, unido a un cuidado maníaco por el cuerpo.

Así fue notado por un productor estadounidense, William Dozier, que lo contrató para la televisión con pequeños éxitos a lo largo de todos los años 60. Pero fue en 1971 cuando se reveló imprevistamente como una estrella con un film de bajo presupuesto rodado en su país.

La película era “Fists of Fury”, dirigida por Lo Wei, con Lee en el papel de un campesino que defiende a fuerza de puños y acrobacias a sus conciudadanos de la brutalidad de la criminalidad de Bangkok.

Desde entonces, su éxito en Asia fue tal que Hollywood llamó a su hijo pródigo y lo puso en el centro de una coproducción de alto presupuesto, “Return of the Dragon”, donde llegó a combatir con Chuck Norris a la sombra del Coliseo.

Desde entonces fue productor de sí mismo, volcado a una dimensión más interior tras un grave accidente físico, aplaudido como un ídolo universal, con su propia estrella en el Walk of Fame de Los Angeles.

Pero en plena gloria, en 1973, empezó a sufrir los dolores de cabeza que lo llevaron a la tumba en apenas tres meses. Mucho se dijo sobre las circunstancias de su muerte, pero finalmente se estableció que sufrió un coma por la reagudización de un edema cerebral.

Fue un final dramático para una carrera demasiado breve, que muchos intentaron revivir inútilmente con el uso de dobles, montajes de fragmentos rodados por el propio Lee y películas hagiográficas.

La sombra del drama, sin embargo, siguió pesando sobre la familia: también su hijo predilecto, Brandon Lee, murió prematuramente en el set mientras seguía sus huellas, muerto por un disparo de pistola.