Evita Perón, cien años de la dama del pueblo que deslumbró

BUENOS AIRES. Si un cáncer no le hubiera ganado la batalla con solo 33 años, Eva Perón, eterna primera dama argentina y por siempre conocida como Evita, cumpliría el martes un siglo de vida.

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Pero su ausencia física, lejos de llevarla al olvido, no ha hecho sino blindarla como mito político y social en el mundo entero. De cuna humilde e hija “bastarda” de un terrateniente, Eva Duarte triunfó como actriz antes de alcanzar la gloria como esposa del presidente Juan Domingo Perón, cuando deslumbró clamando a favor de los pobres con su icónico moño, brillantes joyas y trajes de alta costura de Christian Dior, Marcel Rochas o Pierre Balmain.

“Hablaba de justicia social y sobre todo de igualdad entre varones y mujeres, pero también para que no hubiera ricos tan ricos, ni pobres tan pobres”, cuenta a Efe Cristina Álvarez Rodríguez, sobrina nieta de Evita.

Sus apasionados discursos a las masas desde el balcón de la Casa Rosada, su viaje a Europa en 1947 -recibida por todo lo alto en España por el dictador Francisco Franco- y su campaña para lograr el voto femenino en Argentina, aprobado ese mismo año, la convirtieron en un símbolo.

Y su desbordante carisma y la amplia acción social que desarrolló con su propia fundación -también creó el Partido Peronista Femenino- la llevaron a ser reina del pueblo en un país que en los años 40 era de los más ricos del mundo y donde fue objeto de amores y odios, pero nunca indiferencia.

Álvarez Rodríguez, nieta de Blanca, una de los cuatro hermanos de Evita por parte materna, destaca cómo en torno a su tía abuela se crearon tres mitos tras su muerte, en 1952.

“El blanco, el que hablaba que era santa, santa Evita. Incluso hubo estampitas con su figura. Cuando comenzó la enfermedad y luego después de muerta altares populares la invocaban. Y el negro, que era el de la mujer del látigo (...) y decía que era un demonio, una prostituta, una trepadora, una mujer sin escrúpulos”, asevera.

El rojo llegó en la década de los años 70, marcada por la violencia de grupos guerrilleros que la reivindicaban. “Ella era una revolucionaria, una mujer que quería cambiar el orden establecido para beneficiar a mayorías ”, recuerda Álvarez, actual diputada. “Nos quedamos con lo que hizo. Y como todo el que hace, a veces acierta y a veces se equivoca. Por suerte ella acertó más”, subraya.

Evita nació en 1919 en Los Toldos, localidad rural a 300 kilómetros de Buenos Aires. Juan Duarte, su padre, tenía otra familia, la “formal” , y murió en 1926 sin haber reconocido a los hijos que tuvo junto a Juana Ibarguren, quien con no pocas dificultades tuvo que sacar adelante a Eva y sus hermanos.

Evita recaló de adolescente en la capital, triunfó como actriz y en 1944 conoció a Perón, entonces secretario de Trabajo y Previsión, en un acto solidario por un terremoto ocurrido en la provincia de San Juan. Se enamoraron, y tras un breve arresto del general y su posterior liberación aclamado por el pueblo -que le agradecía las mejoras sociales impulsadas desde su cargo-, se casaron y él ganó las elecciones presidenciales.

En 1946 comenzaba la leyenda de Evita, la que ha inspirado infinidad de libros, musicales y películas. “Lo que se puede ver es una transformación física y política en siete años. Desde una muchachita que viene del interior hasta la última Eva con traje sastre muy austero con una simplificación en su vestimenta y peinado”, cuenta Marcela Gené, curadora del Museo Evita de Buenos Aires. Su popularidad como primera dama creció y las mejores firmas querían vestirla.

“Dior tenía una especie de fascinación. Se conserva en la casa Dior de París un maniquí con las medidas exactas de Eva. De esa manera trabajaban y enviaban la ropa a Argentina”, señala Gené.

Una mujer bella rodeada de lujo, algo que contrastaba con lo popular de su discurso. “Ella misma decía: 'me gusta vestirme bien y estar bella para mis grasitas' (los más humildes)”, relata la curadora del museo, ubicado donde en 1948 la Fundación Eva Perón instaló un hogar para mujeres y que hoy repasa su vida con vestidos de gala y de trabajo diario, sombreros, zapatos y otros objetos.

Ya diagnosticada de cáncer de útero, en 1951 el movimiento obrero propuso a Evita como candidata a la Vicepresidencia, pero las presiones políticas la llevaron a decir que no. Finalmente, y tras un duro periplo médico y una operación quirúrgica poco antes de votar por primera vez -desde la cama del hospital-, Eva murió sin descendencia el 26 de julio de 1952.Mientras miles la lloraban, otros lo celebraban. “Escribieron en el paredón donde estaba muriendo 'viva el cáncer'. Ese era el odio que reinaba en la época” , lamenta Álvarez Rodríguez.

Con su muerte, llegó el principio del fin del segundo mandato de Perón, derrocado por una dictadura en 1955, que lo llevó al exilio durante casi 20 años.

El antiperonismo llevó a los militares a robar el cadáver embalsamado de Evita de la sede sindical donde reposaba y llevarlo a un cementerio de Italia, hasta que en los años 70 fue devuelto a su viudo. “Hubo épocas en Argentina que fue muy difícil ser familiar de Evita.

Mi familia estuvo exiliada muchos años”, reconoce su sobrina nieta, que cree que hoy Eva sigue muy presente en las calles y en la vida política del país. Desde 1976, el cuerpo reposa en el cementerio porteño de la Recoleta, donde a diario miles de turistas se hacen fotos delante de su tumba. El éxito eterno del emblema de una época.

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