La democracia, es un sistema, que nos hemos forjado como explicación de nuestro ser en el mundo, que significa más que nada todo lo que no es, la falta que constituye el deseo colectivo que nos habita. Solo entendible, desde su operatividad, no racional, emotiva, de generación de expectativa, y que por ende, nos exige para su sostenimiento un acto de fé o de creencia mística o esotérica en todo aquello que nos promete y que jamás nos brindará. En términos sintéticos, la democracia es magia.
El realismo mágico cosechó relatos de una imaginación inescrutable que forjaron una corriente cultura y literaria, sin embargo, hasta ahora nadie había dado cuenta que también genera una perspectiva política, una democracia mágica que no cumple, ni pretende hacerlo, lo que promete.
Jorge Luis Borges, en un poema intitulado “Golem”, afirma: “Si (como afirma el griego en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa, en las letras de ‘rosa’ está la rosa, y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’”.
El bien jurídico mayor de cualquier ciudadano ante un derecho colectivo es que le sea garantizado una vida en democracia, y cuando esto no ocurre, el mismo ciudadano debe agotar las instancias para llevar adelante este reclamo en todas las sedes y ante todas las instancias judiciales.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
No podrían objetarse ante esto, cuestiones metodológicas o de fueros, la justicia en cuanto tal, debe preservar y hacer cumplir el precepto democrático por antonomasia que el único soberano es el pueblo, pero la traducibilidad de esto, debe manifestarse mediante un cambio de lo democrático, tal vez redefiniéndolo o disolviéndolo en sus partes más oscuras, lo más democráticamente posible, sería que quiénes pretenden vivir bajo sociedades más democráticas, planteen en sus parlamentos o asambleas, mediante diputados, legisladores o ciudadanía común, proyectos que cambien el eje de las democracias, y que no sólo sea semántica, de lo contrario y tal como lo venimos observando pronto se impondrá de hecho y no seguramente en forma pacífica o armoniosa, el cambio, nodal, radical y substancial, tan necesario e indispensable.
Francisco T. González
