El Papa llega a un país imprevisible y sin ninguna experiencia ante una situación en que a las autoridades se les pueden presentar infaliblemente una de las tres posibilidades: que todo salga bien –que todo salga regular– que todo salga mal.
Según la Ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldrá definitivamente mal, o sea que la llegada del Papa, terminará de mala manera, claro que ella es considerada por muchos como una ley pesimista.
Dentro de la teoría del caos se habla de causas insignificantes que logran grandes efectos como que el aleteo de una mariposa puede producir un tsunami.
Lo ideal sería que un matemático estudiara de acuerdo a la teoría del caos la llegada papal, de manera a determinar matemáticamente qué ocurrirá o qué podría ocurrir atendiendo las contingencias propias que se podrían presentar ante tal maremágnum.
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Se habla de una afluencia de millones de personas al mismo tiempo siguiendo los pasos de Francisco. Imagínense, si un partido de fútbol mueve 45.000 personas y esa mísera cantidad debe mover cientos de policías para evitar disturbios los cuales ocurren lo mismo, ¿qué será con la aglomeración de millones de personas?
La cuestión no es nada sencilla, si bien hace más de 20 años otro Papa llegó al Paraguay, ambas situaciones son bastante distintas, por cuanto la población aumentó considerablemente, además el recorrido del anterior era mucho menos complicado con un tránsito no tan caótico como el actual y, además, su presencia se produjo de una sola vez y en un punto determinado. En esta oportunidad, estará dos noches y tres días con un itinerario que moverá al Papa de un lado para otro, contaminando el tráfico de una manera imprevisible.
La última vez que hubo un movimiento extraordinario de personas fue en el bicentenario, pero de ninguna manera llegaron al millón al mismo tiempo.
El movimiento de ese montón de gente siguiendo al Papa, implicará por otro lado el incremento extraordinario de las fuerzas del orden que podrían verse colapsadas en cualquier momento por lo que no nos debería extrañar que se le anexen los militares y también los servidores que suman 70.000 personas. Estamos hablando de más de 150.000 personas que estarán para colaborar de una u otra forma. Irán muchas personas enfermas, minusválidos con la esperanzas de sanación y para ellos se necesitarán más que nada espacios y esa materia es la única que el abarrotamiento no permite.
Pero esperemos lo mejor y olvidémonos de la teoría del caos y de la Ley de Murphy, recomendando a las personas mucha prudencia, que no porten nada de valor y que no beban mucha agua, especialmente las mujeres, porque los baños serán escasos en esos días.
J.J. Migliore
