Detrás de ciertas apariencias hay problemas respiratorios, ortopédicos o cardíacos que condicionan toda la vida del animal… y el bolsillo y la agenda de sus cuidadores. Y hay razas y cruces que apenas pisan la consulta más allá de las vacunas y las revisiones de rutina. Son perros de tamaño moderado, cuerpos funcionales y selección basada en el trabajo, no en la moda. ¿Cuáles son?
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El mito del perro “fuerte como un roble”
Ninguna raza está a salvo de enfermedades. Incluso los perros considerados “duros” pueden desarrollar cáncer, problemas cardíacos o alergias. La diferencia entre unas razas y otras no es tanto la ausencia de patologías como la probabilidad de que aparezcan y la edad a la que lo hacen.
En los últimos años, grandes bases de datos veterinarias —especialmente en Reino Unido, Estados Unidos y países nórdicos— han permitido comparar millones de historiales clínicos y detectar patrones claros:
- Los perros con conformaciones extremas (hocicos muy cortos, piel muy arrugada, cuerpos muy alargados o extremadamente pequeños o grandes) acuden más al veterinario y viven menos.
- Los mestizos y muchos perros de tamaño mediano presentan, de media, menos problemas crónicos ligados a la genética de una sola raza.
La clave no está solo en “qué raza”, sino en “cómo se ha criado” y “para qué se seleccionó”.
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Qué significa que una raza sea “saludable”
Cuando los veterinarios hablan de razas “más sanas” no se refieren a perros invulnerables, sino a poblaciones con menor incidencia de ciertas patologías graves y mejor calidad de vida.

Suelen compartir varios rasgos:
- Morfología moderada: hocico ni demasiado corto ni excesivamente largo, tamaño medio, proporciones equilibradas. El cuerpo “clásico” del perro de pueblo es, en términos funcionales, una ventaja.
- Selección por capacidad de trabajo: muchas razas surgieron para pastorear, cazar o guardar, no para desfilar. Esa selección “por rendimiento” tiende a penalizar los defectos de salud incapacitantes.
- Mayor diversidad genética: tanto en mestizos como en razas que han evitado cruces excesivamente endogámicos se reduce el riesgo de enfermedades hereditarias recesivas.
Por el contrario, las razas moldeadas durante décadas por rasgos estéticos extremos suelen pagar un precio alto en salud.
Las que menos pisan la consulta: patrones, no milagros
No existe la “raza indestructible”, pero sí perfiles que, según los clínicos, tienden a dar menos problemas de por vida.

Entre ellos destacan:
Mestizos: los denominados mestizos (cruces de varias razas o de origen desconocido) muestran en muchos estudios una menor frecuencia global de ciertas enfermedades genéticas monogénicas que asolan a razas muy cerradas.
No es que “los mestizos no enfermen”, sino que es menos probable que hereden dos copias del mismo gen defectuoso.
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Razas funcionales de tamaño medio: también gozan de buena fama sanitaria varias razas desarrolladas como perros de trabajo, con selección más ligada a su resistencia que a modas morfológicas. Es el caso de muchos pastores y cobradores de tamaño moderado, así como algunos terriers y sabuesos.
En general, los veterinarios destacan un patrón:
- Tamaño medio (unos 10 a 25 kilos): suficiente robustez ósea sin llegar a los problemas de las razas gigantes.
- Pecho profundo pero no extremo, hocico presente, cola funcional: estructuras que favorecen la respiración, la termorregulación y el movimiento sin forzar articulaciones ni órganos.
Incluso dentro de estas razas, la diferencia entre un perro criado responsablemente —con pruebas de cadera, codo y ojos, por ejemplo— y otro procedente de cría indiscriminada puede ser abismal en número de visitas al veterinario.
Las que más preocupan en la consulta
En la otra cara de la balanza se sitúan las razas asociadas a un mayor número de problemas crónicos. No significa que todos sus individuos estén enfermos, pero sí que el riesgo de pasar por quirófano o recibir medicación prolongada es mucho mayor.
Braquicefálicos: cuando la cara “chata” ahoga. Bulldog francés, bulldog inglés, carlino (pug), shih tzu, pequinés y, en menor grado, bóxer o boston terrier comparten un rasgo: hocico muy acortado y cara aplanada. La selección por esa apariencia ha comprimido estructuras internas (fosas nasales, paladar blando, tráquea) sin darles más espacio.

En la práctica, muchos de estos perros:
- Respiran mal incluso en reposo.
- Sufren golpes de calor con temperaturas que otros perros toleran.
- Roncan, jadean en exceso y se fatigan con poca actividad.
- Requieren cirugías correctoras nariz–garganta para poder llevar una vida aceptable.
A esto se suman frecuentes problemas oculares (por órbitas poco profundas), dermatológicos (en pliegues) y ortopédicos. Diversos estudios poblacionales han mostrado que, de media, bulldogs franceses, ingleses y carlinos tienen esperanzas de vida significativamente menores que la de razas de morfología moderada de tamaño similar.
Razas gigantes: tamaño que acorta la vida. Dogo alemán, san bernardo, mastines, terranova o algunas líneas muy grandes de pastor del Cáucaso y similares comparten el otro extremo: un cuerpo de gran tamaño que crece rápido y soporta un peso elevado.

Entre los problemas más habituales están:
- Displasia de cadera y codo, artritis temprana y dolor crónico.
- Torsión gástrica (dilatación–vólvulo), una urgencia mortal si no se opera de inmediato.
- Menor esperanza de vida global, en muchos casos por debajo de los 9 años.
Su cuidado veterinario implica más radiografías, control estricto de peso y, en ocasiones, cirugías preventivas para fijar el estómago.
Razas moldeadas por la moda. No solo la cara chata o el tamaño gigante pasan factura. Las razas rediseñadas por tendencias estéticas extremas también muestran, según los profesionales, un exceso de consultas:

- Perros muy pequeños o “toy”: riesgo elevado de problemas dentales, fracturas, hipoglucemias y partos complicados.
- Cuerpos muy alargados y patas cortas (como el teckel o algunos “diseños” recientes tipo munchkin en gatos, trasladados a perros mediante cruces no regulados): mayor incidencia de hernias discales y dolores de espalda crónicos.
- Líneas de show muy exageradas de razas populares (por ejemplo, pastores alemanes con angulaciones traseras extremas) asociadas a problemas de columna y caderas.
Muchos de estos rasgos están descritos incluso en los estándares oficiales de raza, lo que ha generado un intenso debate ético dentro de los colegios veterinarios y clubes caninos de varios países.
Más allá de la raza: peso, ejercicio y prevención
Incluso en razas con mala prensa, un buen manejo puede marcar la diferencia en número de visitas al veterinario. Tres factores se repiten en los informes de salud:
- Peso adecuado: la obesidad se ha convertido en una auténtica epidemia canina. Aumenta el riesgo de diabetes, problemas articulares, respiratorios y cardíacos. Un bulldog o un labrador con 3 o 4 kilos de más puede multiplicar sus dolores y su dificultad para moverse.
- Ejercicio y enriquecimiento mental: perros de trabajo mantenidos como “de sofá” tienden a desarrollar sobrepeso, ansiedad y conductas destructivas. El aburrimiento también enferma.
- Medicina preventiva: vacunación al día, desparasitación regular, limpieza dental, chequeos anuales y esterilización cuando está indicada reducen drásticamente urgencias y tratamientos costosos.
En otras palabras, no hay raza que resista una vida sedentaria y una mala alimentación, ni raza vulnerable que no mejore su pronóstico con cuidados adecuados.
