Cada 10 de diciembre, mientras el mundo conmemora el Día de los Derechos Humanos, un sector cada vez más amplio de la sociedad aprovecha la fecha para recordar que no solo los humanos sufren violencia, explotación y abandono. Es el Día Internacional de los Derechos de los Animales, una jornada que busca visibilizar la idea de que los animales no son cosas ni recursos, sino seres sintientes con intereses propios.
Un origen ligado a los derechos humanos
El Día Internacional de los Derechos de los Animales se celebra cada 10 de diciembre desde 1998, impulsado inicialmente por la organización británica Uncaged (posteriormente fusionada con otras entidades). La fecha no fue elegida al azar: coincide con el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, adoptada en 1948.

El mensaje simbólico es claro: así como tras la Segunda Guerra Mundial se reconoció que ningún ser humano debía ser tratado como un medio o una propiedad, el movimiento animalista intenta extender ese marco ético a los animales no humanos.
En sus primeros años, la jornada estaba centrada principalmente en actos de protesta frente a laboratorios, granjas industriales y circos con animales, con fuerte presencia en el Reino Unido y otros países europeos.
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Con el tiempo, se convirtió en un día global de acciones coordinadas: vigilias, concentraciones, performance, proyecciones de documentales, campañas en redes y actividades educativas en escuelas y universidades.
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Del bienestar al reconocimiento de derechos
Más allá de las acciones puntuales, el 10 de diciembre expresa un giro conceptual que lleva décadas gestándose: pasar de hablar solo de “bienestar animal” (evitar sufrimientos innecesarios bajo un marco de uso) a hablar de “derechos animales” (limitar de raíz ciertas formas de explotación, aunque sean “humanizadas”).

El propósito central de la jornada es doble:
- Visibilizar el estatus de los animales en la sociedad actual, donde la mayoría son tratados legalmente como bienes muebles o “recursos”, a pesar de la creciente evidencia científica sobre su capacidad de sentir dolor, placer, miedo o apego.
- Impulsar cambios normativos, culturales y de consumo que se traduzcan en protección efectiva: desde reformas legislativas y judiciales hasta la transformación de hábitos individuales, como la alimentación o el ocio.
Para juristas y filósofos del derecho animal, la jornada funciona como un recordatorio de las tensiones del modelo actual: en muchos países, las leyes reconocen a los animales como “seres sintientes”, pero al mismo tiempo permiten formas de cría, sacrificio y uso que difícilmente se ajustarían a ese reconocimiento.
Los derechos clave que se reivindican
No existe una única “Carta Mundial de Derechos de los Animales” con fuerza jurídica, pero sí referenciales éticos que activistas y especialistas citan de forma recurrente.
Entre ellos, la más conocida es la Declaración Universal de los Derechos del Animal, proclamada en 1978 en la UNESCO por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y otras organizaciones.

Aunque la declaración no es vinculante, muchos de sus principios se han convertido en bandera del movimiento. Entre los derechos más relevantes que se reivindican en el marco del Día Internacional de los Derechos de los Animales destacan:
1. Derecho a la vida y a no ser tratado como propiedad. La demanda de fondo apunta a que los animales dejen de ser considerados jurídicamente como cosas. Para una parte del movimiento, esto implica reconocerles un derecho básico a la vida, que prohíba matarlos por razones de conveniencia, entretenimiento o lucro.
Este planteamiento choca frontalmente con la ganadería industrial, la experimentación con animales o la caza deportiva, sectores que insisten en que el marco adecuado es el del “uso responsable” y el “bienestar”, no el de derechos plenos.
2. Derecho a no sufrir crueldad ni trato degradante. Es el ámbito donde hay más consenso social y político. La mayoría de países ya castigan el maltrato animal extremo, pero la jornada del 10 de diciembre pone el foco en prácticas aún legalizadas: sistemas de confinamiento intensivo, mutilaciones sin anestesia, transporte prolongado en condiciones de hacinamiento o espectáculos violentos con animales.
La reivindicación es que la ausencia de crueldad no dependa del contexto (doméstico, productivo o de ocio), sino que sea un estándar general que atraviese toda la relación humano–animal.
3. Derecho a expresar comportamientos naturales. Cada vez más estudios muestran que la salud psicológica y física de los animales depende de poder realizar conductas propias de su especie: desplazarse, socializar, hozar, anidar, volar, esconderse, cazar o jugar.
El movimiento por los derechos animales reclama que se respete este derecho a la conducta natural, lo que cuestiona jaulas de batería para gallinas, establos sin acceso al exterior, delfinarios, zoológicos con recintos muy limitados o entrenamientos que fuerzan conductas antinaturales.
4. Derecho a un entorno compatible con su bienestar. No se trata solo de evitar el dolor físico inmediato, sino también el estrés crónico, el hacinamiento o la falta de estímulos. La reivindicación incluye espacios suficientes, temperatura adecuada, acceso a agua, luz y aire, así como la protección frente a abusos humanos.
En la práctica, esto se traduce en una presión creciente para que se abandonen los sistemas de producción intensivos y se revisen las condiciones de trabajo de animales empleados en tareas como la vigilancia, el transporte o la terapia asistida.
5. Derecho a no ser objeto de experimentación innecesaria. La investigación científica con animales sigue siendo uno de los terrenos más sensibles. El movimiento por los derechos de los animales aboga por un horizonte de reemplazo total por métodos alternativos: cultivos celulares, modelos computacionales, órganos en chip, estudios clínicos avanzados.
Mientras ese escenario no llega, muchos grupos exigen al menos la reducción drástica del número de animales utilizados, una auditoría estricta de la necesidad real de los experimentos y la prohibición de pruebas para productos cosméticos o de consumo donde ya existen alternativas.
