El mito del “perro nadador por naturaleza”
La imagen del “perrito que chapotea” es tan popular como engañosa. Según veterinarios y etólogos, la creencia de que todos los perros nacen sabiendo nadar es uno de los mitos más arraigados en torno al comportamiento canino.

Muchos perros hacen el movimiento de ‘perrito’ con las patas, pero eso no significa que estén nadando de forma eficiente o segura. Hay razas con morfologías que dificultan mucho la flotabilidad y la respiración en el agua.
Que un perro mueva las patas no garantiza que pueda mantenerse a flote, volver a la orilla, o evitar el pánico en el agua profunda.
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Razas hechas para el agua… y las que no
Es cierto que algunas razas parecen diseñadas para nadar. Los retrievers (como el labrador y el golden), el perro de agua español o el Terranova han sido históricamente seleccionados para trabajos en entornos acuáticos: recuperación de presas de caza, rescate en el agua o trabajo con pescadores.
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Tienen características que los ayudan:
- Pecho profundo pero proporcionado, que favorece la flotabilidad.
- Patas fuertes y relativamente largas.
- Colas que actúan como timón.
- Pelaje que repele o maneja mejor el agua y el frío.
Sin embargo, el otro extremo del espectro incluye razas que pueden tener serios problemas en el agua: bulldogs (inglés y francés), carlinos (pug), bóxer, shih tzu, pequinés, así como razas de patas muy cortas y cuerpo alargado, como el salchicha (teckel).

En estos casos, el problema no es solo “que no les guste el agua”: su anatomía juega en contra.
Los riesgos de las razas braquicéfalas
Los llamados perros braquicéfalos —de hocico chato y cara aplastada— ya tienen dificultades respiratorias en tierra firme. En el agua, ese desafío se multiplica.

Estos perros deben levantar mucho la cabeza para mantener el hocico fuera del agua, y eso hunde la parte trasera del cuerpo. Terminan nadando casi en vertical, gastando mucha energía y con más riesgo de agotarse o hundirse.
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Además:
- Se agotan antes por sus problemas respiratorios.
- Pueden aspirar agua con facilidad, lo que aumenta el riesgo de neumonía por aspiración.
- Son más sensibles al calor, por lo que el ejercicio intenso en la playa o piscina puede ser peligroso.
En muchos bulldogs, la recomendación de los especialistas es clara: nunca dejarlos en agua profunda sin chaleco salvavidas y supervisión directa. Y, en algunos casos, evitar por completo situaciones donde puedan caer o saltar al agua sin control.
Cuerpo pesado, patas cortas: la combinación complicada
No solo el hocico importa. La relación entre peso, tamaño del pecho, longitud de las patas y distribución del cuerpo también influye.

- Perros muy pesados con pecho ancho y patas relativamente cortas (como algunos mastines o bóxers robustos) pueden flotar peor y cansarse antes.
- Perros de cuerpo muy alargado y patas muy cortas, como los salchichas, pueden tener menos potencia de remada y peor estabilidad en el agua.
Esto no significa que no puedan nadar nunca, pero sí que su margen de seguridad es menor. Algunos disfrutan del agua en zonas muy poco profundas, pero se agotan o asustan si no hacen pie.
No es solo la raza: edad, salud y experiencia
Aunque la raza influye, no es el único factor que determina si un perro será un buen nadador.

- Cachorros: pueden asustarse fácilmente, tragar agua o perder la orientación. No se les debe “lanzar” al agua para que “aprendan”.
- Perros mayores: pueden tener artrosis, pérdida de fuerza o menor capacidad cardiopulmonar. Un leve esfuerzo puede ser demasiado en el agua.
- Problemas articulares o neurológicos: displasia de cadera, lesiones de columna o enfermedades neuromusculares reducen la coordinación y la fuerza al nadar.
- Miedo o trauma previo: un susto en el agua puede dejar una huella duradera y generar rechazo o pánico en futuras experiencias.
La personalidad también cuenta. Hay perros atléticos de razas ‘acuáticas’ que odian el agua, y mestizos sin ‘pedigrí acuático’ que nadan de maravilla. No podemos basarnos solo en la etiqueta de la raza.
Piscina, río o mar: no toda agua es igual
El entorno cambia radicalmente la experiencia del perro:

- Piscinas: suelen tener bordes resbaladizos y paredes que el perro no puede escalar. Un animal que cae sin querer puede no encontrar la salida y agotarse intentando salir. Escaleras visibles y rampas adaptadas son cruciales.
- Ríos y embalses: corrientes, remolinos y fondos irregulares representan un riesgo, incluso para perros hábiles. El agua fría puede provocar calambres o shock.
- Mar: corrientes, olas, mareas y agua salada (que irrita ojos y tracto digestivo si se ingiere) añaden complejidad. Un perro puede alejarse sin darse cuenta persiguiendo una pelota.
En todos los casos, la recomendación central se repite: supervisión constante y asumir que, aunque el perro “sepa nadar”, no está exento de peligro.
Cómo saber si tu perro lo está pasando mal en el agua
Muchos dueños interpretan mal las señales de estrés o cansancio como “diversión intensa”. Hay algunas señales de alarma:

- El perro mantiene la cabeza muy alta y casi vertical, con la parte trasera hundida.
- Patea de forma desesperada, descoordinada o salpica mucho sin avanzar.
- Se dirige obsesivamente hacia el borde o la orilla más cercana, ignorando juegos o pelotas.
- Jadea en exceso o se queda rígido, con mirada fija.
- Tose, tiene arcadas o expulsa agua por nariz o boca al salir.
En estos casos, lo prudente es sacarlo del agua y ofrecer descanso. Si ha tragado mucha agua, tose de forma persistente, está apático o respira con dificultad horas después, es necesario acudir al veterinario: existe el riesgo de problemas respiratorios tardíos.
Enseñar a un perro a nadar… sin traumas
A diferencia de la idea de “tirarlo a la piscina para que aprenda”, los expertos proponen un enfoque gradual:

- Comenzar siempre en zonas muy poco profundas, donde el perro haga pie con seguridad.
- Asociar el agua a experiencias positivas: premios, juguetes favoritos, presencia de un humano de confianza.
- Acompañarlo dentro del agua, sin soltarlo de la correa en entornos nuevos o con corriente.
- Respetar sus señales: si tiembla, se niega a avanzar o busca salir insistentemente, no forzarlo.
- Enseñarle dónde están las salidas (rampas, escaleras) y practicar varias veces que entre y salga por el mismo sitio.
Chalecos salvavidas: accesorio de moda o protección real
En los últimos años, la imagen de perros con chaleco en la playa o el barco se ha popularizado. Más allá de la estética, cumplen una función clara:

- Aumentan la flotabilidad y reducen el esfuerzo físico.
- Ayudan a mantener al perro en una posición más horizontal.
- Suelen incorporar asas para poder sacar al animal del agua con rapidez.
En perros de riesgo (bulldogs, pugs, dachshunds, perros mayores o con problemas de salud), el uso de un chaleco salvavidas específico para perros deja de ser “opcional” y se convierte en una medida de seguridad básica.
Eso sí, el chaleco no sustituye la supervisión. Un perro con chaleco puede estresarse, quedar atrapado en corrientes o ingerir agua en exceso.
¿Y si a mi perro simplemente no le gusta el agua?
Otra idea extendida es que “a todos los perros les encanta el agua”. No es así. Muchos la toleran, algunos la adoran… y otros la detestan.
Forzar a un perro a entrar al mar o a la piscina, arrastrarlo con la correa o lanzarlo para “que se acostumbre” puede generar miedo duradero y poner en riesgo su vida.
