El propio intendente de Ciudad del Este, Miguel Prieto, se hizo presente en el sitio para observar cómo se procedía a echar al suelo una construcción que en su interior contaba con una habitación con dos camas, un baño privado, heladera, sillas, mesas, acondicionador de aire y una sala que servía para observar la calle que incluía vidrios templados polarizados; todo eso en la vereda frente a la casa de los Zacarías McLeod, quienes durante muchos años fueron los grandes popes de Ciudad del Este.
Las autoridades municipales notificaron a los propietarios que no tenían autorización para dicha construcción en el espacio público que sirve habitualmente para el paso peatonal. Un abogado de la familia aseguró que contaban con un permiso concedido por la Junta Municipal cuando Sandra McLeod era la intendenta de Ciudad del Este. La Municipalidad aclaró que había permiso solamente para la instalación de una garita de vigilancia que no puede pasar a ocupar más de un metro y medio del espacio público, por lo que las autoridades actuales dieron la orden de demoler.
Cuando un tractor de la Municipalidad estaba listo para echar dicha construcción un abogado se puso de pie frente a la maquinaria y afirmaba que no se movería del lugar. Agentes de la Policía Municipal, funcionarios y manifestantes lo sacaron por la fuerza para dar espacio a la pala del tractor que comenzó la demolición. Ese fue el momento en que se pudo apreciar que el poder y la impunidad a los que está acostumbrada la pareja Zacarías-McLeod comenzaron a perder la fuerza acostumbrada.

Al mismo tiempo, y del otro lado de la construcción en la vereda, el exjefe de la Policía Municipal Carlos Florenciáñez trató de impedir la demolición poniendo un vehículo al paso. Los funcionarios y manifestantes comenzaron a mover el rodado alzándolo poco a poco. En el momento en que el exfuncionario zacariista se percató de que ya no podía impedir que siga la demolición, perdió el control y tomó una barra de metal, con la cual amenazó a todos los que se acercaban al automóvil. Allí comenzó una serie de escaramuzas entre los presentes y tras unos minutos de empujones las maquinarias de la Comuna concluyeron la demolición, retiraron los escombros y los funcionarios dejaron una garita reglamentaria en el sitio donde la cultura del “mbarete” perdió una batalla.
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