José tiene 35 años y toda su formación académica, desde la educación primaria, la recibió en la Penitenciaría Nacional de Tacumbú, donde está preso desde el 2008. Esta semana culminó la carrera de Promoción de la Salud de la Universidad Metropolitana de Asunción (UMA).
“Cuando era chico no fui al colegio porque trabajaba de vendedor deambulando por la calle. Nunca supe qué era una letra, ni escribir mi nombre siquiera”, cuenta José, quien nació en el seno de una familia humilde en Reducto, San Lorenzo. Relató que su infancia fue muy complicada, ya que su padre maltrataba físicamente a su madre, a él y a sus cinco hermanos, por lo que se vio obligado a salir de su casa.
Con el paso de los años cayó en la delincuencia y el consumo de drogas, que causaron su arresto hace once años. Ya en prisión, continuó siendo una persona que causaba problemas, lo que le valió el apodo de “bomba”.
Un día decidió que tenía que cambiar su situación y, aunque parecía una misión complicada, se esmeró por aprender. “En la cárcel cambié el arma blanca por un bolígrafo y un cuaderno para seguir los estudios primarios y secundarios”, exclamó.
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Hoy es uno de los 25 alumnos de la UMA que realizó sus estudios en las aulas del templo de la Merced de la Penitenciaría Nacional, en el marco del programa “Alfalit” de educación para adultos.
También consiguió un trabajo dentro del penal, es facilitador en el pabellón Vista Alta de Tacumbú donde está a cargo de las planillas de actividades laborales de los internos y ayuda a quienes quieren estudiar. “Yo les estimulo a otros que estudien, porque la educación te abre la mente. Quiero casarme con Belén quien hace siete meses me hizo padre. Yo pude cambiar”, comentó finalmente.
