El desamor de la dependencia en el amor

El amor, el desamor, el amor propio, la dependencia, la soledad, las libertades, el compartir, muchas veces se tornan un poco difíciles, pero para el psicoanalista Osmar Sostoa Luraghi “todo eso es atraído por una fuerza centrípeta llamada amor propio; aquí se juega finalmente todo, el amor a otra persona es esencialmente para alimentar en reciprocidad el amor propio. Hay que considerar que están quienes con suficiente seguridad en sí mismos tienen una buena capacidad de empatía hacia su par, su demanda de afectos y atenciones tiene un punto de equilibrio “entre la oferta y la demanda”.

Sin embargo, dice Osmar Sostoa, están también quienes son sumamente demandantes sin miramientos hacia las necesidades de la otra persona; es cuando puede constituirse una pareja en la cual una parte vive tan solo para satisfacer a la otra parte, cuyo precio puede ser el renunciamiento a uno mismo.

“¿Y quién puede caer en tan desventajoso negocio? Una persona con baja autoestima, dependiente, con serias limitaciones para negociar, dialogar, reclamar, argumentar, entre otras. De ese modo, la parte unilateralmente beneficiada impone su poder, somete a quien se la deja y logra de ese modo inflar su ego. Entonces, resulta imposible llamar a eso amor”.

Depender no es amar

Según el psicoanalista, suele darse también que la persona dependiente, con poco amor propio, promueve en la relación de pareja un vínculo así, con lo que se pueden generar distintas situaciones de conflicto según las características de la contraparte. “Esta puede caer en la tentación del poder, o tratar de evitar un lazo dependiente, disparando múltiples formas de crisis de pareja. Otra forma de dependencia es la sobredemanda de atenciones, porque no se soporta la soledad la cual se vive como un vacío difícil o imposible de llenar, o porque el ego es como un agujero negro que absorbe toda la energía que puede de su prójimo, o porque siempre fue servido y no aprendió a servir, o por otras razones”.

La vida misma es compleja

“Una pareja en equilibrio sabe sostenerse en la cuerda floja, con entrega, empatía, ternura, tolerancia, diálogo, reflexión, negociación, porque la realidad de toda relación humana y muy especialmente de la pareja no está afincada en tierra firme, es una búsqueda de la compleja satisfacción subjetiva de las personas. Y muchas veces, o en la mayoría de los casos, van descubriendo con éxitos y fracasos lo que realmente quieren, o esperan, de una relación de pareja, en la medida en que maduran y se van conociendo mejor a sí mismos. Las diferencias se pueden tolerar y negociar, pero la dependencia por insuficiencia de autoestima es definitivamente un mal negocio, aunque dure toda una vida”, sostiene.

Amar, amarse y ser feliz

Nos comenta Sostoa que la psicoanalista Diana Torres Ruiz decía que “la salud de la pareja radica en que cada individuo pueda ser flexible para cambiar y alternar sus funciones y dependencia en la diada de manera flexible, ya que, de lo contrario, si estas permanecen rígidas e inmutables, si la colusión es rígida, se vuelve patológica. Por ejemplo, si un miembro siempre cuida y el otro se deja cuidar y cuando cambian las necesidades de la pareja esto permanece inamovible”.

A lo que Osmar Sostoa señala que “Un punto de coincidencia interdependiente es ahí donde se pone algo importante de cada uno, pero no todo; queda algo esencial dentro de uno, cual es el sentido de sí mismo, el cual implica la identidad, la autonomía, la libertad, el poder de decisión, el pensamiento propio, el libre albedrío interior.

“El aprendizaje significativo de la pareja deviene de sus experiencias como tales, con su cúmulo de sabidurías e ignorancias, que enriquece el vínculo afectivo, consolidando el futuro o abriendo nuevos rumbos”, afirma.