Matrimonio supera con amor las adversidades de la vida

Catalina Fernández y Aníbal Ayala son pacientes oncológicos, que ayer renovaron sus votos matrimoniales tras 45 años. En esta ocasión, lo hicieron luego de superar ambos el covid-19 y muchas otras adversidades.

Monseñor Edmundo Valenzuela valoró la unión matrimonial de Catalina Fernández y Aníbal Ayala.
Monseñor Edmundo Valenzuela valoró la unión matrimonial de Catalina Fernández y Aníbal Ayala.

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La mañana de ayer sábado se tornó más que emotiva en la Catedral Metropolitana, donde se realizó una renovación de votos matrimoniales que tuvo en esta oportunidad un toque muy peculiar. Y es que luego de 45 años y tras haber superado grandes pruebas y adversidades, Catalina Fernández (66) y Aníbal Ayala (74), oriundos de la comunidad Palma Loma de la ciudad de Luque, se volvieron a dar el sí ante un altar.

Doña Catalina ingresó a la iglesia en silla de ruedas, con un balón de oxígeno al lado, su ramo de rosas blancas y acompañada de sus hijas y un nieto. En el altar ya la esperaba nuevamente su amado Don Aníbal.

La historia de este matrimonio está cargada de anécdotas y obstáculos que lograron sobrellevar siempre tomados de la mano.

Tuvieron tres hijas, de las cuales una, de nombre Cinthia Karina, falleció años atrás. Esta pérdida fue muy dolorosa y dejó una huella imborrable en la familia.

Asimismo, hace algunos años, a ambos se les detectó cáncer, pero no se dieron por vencidos y hasta hoy siguen luchando contra esta enfermedad. Asimismo, en noviembre pasado, les confirmaron covid-19, algo que agravó sus estados de salud y preocupó bastante a sus seres queridos.

Juntos hicieron frente al virus pandémico y cuando ya todo parecía mejorar, fueron comunicados de que Doña Catalina debía ser internada en terapia intensiva, en donde estuvo exactamente 13 días. “Lograron juntos vencer al covid, que ha dejado

su secuela, pero también sé que gracias a la fe y el amor que se prometieron hace 45 años, hoy están aquí”, manifestó ayer monseñor Edmundo Valenzuela, quien presidió la misa de acción de gracias.

En la celebración estuvieron Laura, la segunda hija, y Mónica, la menor, quien vino desde Roma y entre lágrimas expresó el orgullo que siente por sus progenitores. Participaron también sus nietos Cathia Cecilia, Roger y Candela Nicol, quien llegó tras 32 horas de vuelo desde Taiwán.

“Estoy seguro que el día de hoy estará muy feliz con esta liturgia y también los acompaña”, añadió monseñor Valenzuela, al referirse a la hija que perdieron. Asimismo, el arzobispo bendijo y resaltó la fortaleza de esta familia.

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