La misa de los difuntos, misa Réquiem, celebrada en la Catedral Metropolitana encuentra a todos los católicos en una congoja muy especial por la cantidad de personas que fallecieron durante la pandemia. Todos en alguna medida afectados por la desaparición física de tantas personas en este tiempo pudieron encontrar un poco de paz en las campanadas y un silencio que llenaron los ojos de lágrimas.
Celebrada en modo covid, la misa réquiem fue presidida por monseñor Edmundo Valenzuela, en una catedral que no tiene más de 65 personas en el interior, pero si muchos seguidores en las afueras del templo que siguieron la celebración desde los autos.
Al inicio se rezó el rosario en la explanada donde a un costado se encontraba un mural con las fotos de los familiares fallecidos. El acto continuó con la presentación de la ofrenda floral, rosas blancas a los pies de la Virgen de los Dolores, depositadas por familiares.

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Un emocionante toque de trompetas produjo un sentimiento solemne y de profunda tristeza. Dolor que para los cristianos también significa esperanza por la vida prometida por Jesús, después de la muerte.
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Comprensibles muestras de dolor se observaron en los rostros de los presentes que tenían los ojos llenos de lágrimas y otros lloraban cuando la música se escuchaba.
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La cruz mayor y la Biblia fueron trasladados al interior del templo, donde la homilía pronunciada por monseñor Valenzuela recordó que muchos no han podido despedirse ni encomendar a la misericordia de Dios a sus difuntos.
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El monseñor Valenzuela reflexionó sobre los golpes que han sufrido las familias paraguayas y del mundo. “Hemos sido golpeados duramente durante esta pandemia, en nuestra tradición de dar sepultura a nuestros seres queridos que han pasado de esta vida a la vida eterna. El sentido de familia reunida para despedir a la persona amada, que se recuerda con varios gestos de la tradición, que surgen de la enseñanza de las obras de misericordia:’ ‘enterrar a los muertos’”, expresó.
“El Covid, en este tiempo tan raro nos ha cambiado la forma de acompañar a nuestros seres queridos fallecidos. Entramos en un conflicto en torno a la tradición de los velorios, las exequias litúrgicas, las condolencias de familiares y el luto, agregó.
“En esta celebración queremos denunciar la inhumana imposición que imposibilitó realizar los gestos y los ritos tan humanos para despedir honrosamente a nuestros seres queridos. Ellos ya viven para Dios, para siempre. Hoy los recordamos, sobreviven en nuestra historia”, enunció la autoridad eclesiástica.
