Alimentos sanos, por un estilo de vida duradero

Cambiar nuestro modo de vivir, producir y alimentarnos más que una alternativa debe ser una línea estratégica de resistencia para el pueblo sostiene Alicia Amarilla coordinadora nacional de Conamuri. En su óptica, nuevamente a consecuencia de la pandemia hay un interés en las huertas urbanas y que no se debe perder ese hilo ya que la gente empezó a tejer sobre lo importante que es tener nuestros propios alimentos. “No empieces una dieta que terminará algún día, empieza un estilo de vida que dure para siempre”, es el lema de la organización campesina e indígena.

Alicia Amarilla, Coordinadora Nacional de Conamuri cocinando en Repatriación, Caaguazú. Insta a las mujeres a seguir con las huertas urbanas.
Alicia Amarilla, Coordinadora Nacional de Conamuri cocinando en Repatriación, Caaguazú. Insta a las mujeres a seguir con las huertas urbanas.

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“El modelo de producción imperante en nuestro país y la región está obligando a la población a tomar conciencia de nuestros actos como seres humanos y principalmente como productores de alimentos, como campesinos y campesinas que somos, en medio de condiciones económicas y ambientales desfavorables”, dice Alicia Amarilla. Según la misma, la agroecología es la opción más viable y perdurable para la agricultura campesina, este modo de vivir debe ser rescatado, afianzado y conservado, pues al transformar nuestro entorno se coloca a las familias campesinas e indígenas como sujetos activos (históricos), promoviendo así el enfoque ecológico que tiene principios y no recetas, según comenta la organización.

Desde Conamuri afirman que los alimentos saludables deben ser frescos, variados y balanceados para tener buena salud y sentirnos bien. Alimentarse requiere de creatividad, disciplina, conocimiento, innovación, sabiduría, mantener viva la ancestralidad-identidad, trasmisión oral de conocimiento de generación en generación, el trabajo colectivo, reconocer, valorar el trabajo de las mujeres en la agricultura; quienes mantienen la cultura, el idioma, conservan la gastronomía local. “Las mujeres cumplen funciones indispensables dentro de la agricultura que históricamente no es reconocida ni valorado, como la recolección de las semillas, después de la cosecha las mujeres se encargan de guardarlas y cuidar que sean las mejores para no perder la vigorosidad”.

Amarilla señala con preocupación que en los tiempos de aislamiento y mucha incertidumbre, los habitantes de la ciudad comenzaron tímidamente a crear sus propias huertas. Hace un año, todo el mundo compartía en las redes sociales las fotos de su huerta, con orgullo y dando a entender que serían una constante en sus vidas. “Hoy día ese interés parece haber quedado atrás. Ahora mismo hay otra vez poco interés en las huertas urbanas y no debemos perder ese hilo ya que la gente empezó a tejer sobre lo importante que es tener nuestros propios alimentos. A través de la agricultura urbana se fortalece la producción de alimentos sanos, de ahí la importancia de conocer y aplicar la agroecología para recuperar espacios públicos y transformarlos en huertas e intercambiar saberes”.

Huerta comunitaria un espacio político

“Una huerta comunitaria debe ser un espacio de interés político, de encuentro de vecinos y vecinas, de diálogo sobre las problemáticas que afectan a los hogares y búsqueda organizada de alternativas, debe ser un espacio para compartir y asumir juntos como núcleo social el cuidado de las plantaciones, eso ayuda a afianzar la colectividad y a tomar consciencia sobre el rescate de saberes y sabores que contribuyen a mantenernos sanos y bien nutridos”, puntualiza Alicia.

Rosa Toledo, secretaria de organización, educadora de agroecología dice que hay productos que no necesitan de mucha tierra ni muchos cuidados, pueden crecer en macetas, en botellas de gaseosa recicladas, “si se vive en departamento puede ponerse en el balcón o por las paredes, así tenemos en casa legumbres como poroto, arveja, manteca, también lechuga y tomate crecen fácilmente y se pueden multiplicar haciendo trasplante nomás. Cultivar la tierra es una terapia y mucha gente alivió la ansiedad que produjo el encierro por la pandemia abocándose a esta actividad, que a la larga le beneficia, se siente no solo con buen estado de ánimo, sino también en la economía familiar. Ya no compra para consumir, si no que consume lo que produce en casa”.

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