Durante la Misa Crismal celebrada en el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela dirigió una emotiva homilía centrada en el sentido profundo del sacerdocio. En sus palabras destacó que la Iglesia proporciona una estructura de obediencia que va más allá de lo exterior como la parroquia.
Continuó diciendo que las licencias ministeriales y las tareas específicas se desarrollan siempre apuntando a una unión esencial con Dios Padre, de quien procede toda paternidad.
“Estar unidos al Padre también implica obediencia a la Iglesia en el servicio, con disponibilidad y prontitud para servir a todos”, expresó.
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Conciencia de tener un tesoro incorruptible
El prelado subrayó además que la belleza y profundidad del sacerdocio vivido con humildad “es la alegría de la cruz, que nace de la conciencia de tener un tesoro incorruptible en una vasija de barro que se va deshaciendo”.
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También hizo hincapié en la importancia de que el sacerdote sepa estar bien en cualquier lugar al que sea enviado, y experimente “la alegría de pasar la antorcha, de ver crecer a los hijos de sus hijos, y de saludar sonriendo, con mansedumbre, a las promesas en esa esperanza que no defrauda”.
Recordando a San Pablo, compartió una frase que conmueve a muchos sacerdotes: “El día de mi ordenación me postré rostro en tierra con todo mi nada, pero cuando me levanté, me levanté sacerdote para siempre”.
“¡Para siempre!”, señaló con énfasis, y concluyó pidiendo a Dios que impulse a todos los consagrados a vivir su vocación con santidad, sabiduría y salud. “Que el Señor nos ayude a ser también nosotros ese sacerdote santo, sabio y sano. Que así sea”, puntualizó monseñor Ricardo Valenzuela.
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