La eucaristía fue presidida por Monseñor Edmundo Valenzuela Arzobispo emérito de Asunción y predicada por Fray Edgar Toledo, secretario de la animación bíblica de la Pastoral, quien en su homilía resaltó que nuestra nación tiene la necesidad de un cambio profundo que no debe limitarse solo a discursos, sino que debe ser expresado en acciones concretas de justicia, responsabilidad y solidaridad.
“Necesitamos compromiso. El país no va a cambiar. Un Paraguay nuevo no va a ser posible si no hay compromiso de todos los cristianos, católicos y otras denominaciones, de todos los bautizados”, declaró Fray, remarcando que la fe no puede vivirse desde la comodidad, el individualismo o la indiferencia.
El religioso agregó que el deterioro social no es solo consecuencia de decisiones políticas, sino también de la falta de coherencia de quienes se declaran creyentes:
“No solo es responsabilidad de los políticos, también nosotros somos cómplices muchas veces de por qué estamos donde estamos y por qué sufrimos lo que sufrimos”, dijo.
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Fray Edgar llamó a los fieles a reconocer que muchos de los males que afectan al país como la corrupción, la mentira, violencia, el nepotismo, la hipocresía no están únicamente en las instituciones estatales, sino también “en las familias, en la Iglesia y en nosotros”, porque la fe no siempre es vivida con autenticidad.
Para él, el primer paso hacia la transformación es la honestidad interior: admitir la necesidad de cambiar para luego actuar.
En ese contexto, exhortó a los fieles a “sacudirse el sueño”, a dejar la pasividad y a convertirse en protagonistas de una nación más justa. Su mensaje estuvo cargado de verbos de acción: “Hermano, hermana, podés contar conmigo. Vamos a tejer comunidad. Vamos a vivir nuestra fe. Vamos a sembrar justicia, solidaridad, misericordia y respeto”.
El religioso insistió en que la verdadera renovación comienza desde los espacios más cercanos: el hogar, la familia, la cuadra, el barrio y la parroquia.
“Construir comunidad, no es una tarea menor, sino la base sobre la cual puede levantarse un país más digno", enfatizó.
Invitó a formar pequeñas y grandes comunidades que funcionen como levadura capaz de contagiar esperanza y transformar realidades.
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Coherencia entre la fe y la vida pública
Subrayó que la coherencia entre fe y la vida pública es urgente y necesaria: cristianos que rezan, pero que toleran o practican comportamientos injustos, contradicen aquello que profesan.
Para Fray Edgar, la fe debería ser motor de cambio real, capaz de desterrar la violencia, la mentira, la corrupción y toda forma de injusticia.
Para cerrar su mensaje, reafirmó que la conversión personal y comunitaria es la clave para un nuevo Paraguay:
“El punto de partida es reconocer para empezar a cambiar”. Y agregó que ese cambio solo será posible cuando cada creyente asuma su responsabilidad y decida comprometerse plenamente con la justicia, la fraternidad y el bien común.

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