Don Roberto Brítez (73) se define como caacupeño y lugareño del sitio donde lo encontramos. Prácticamente, dice que nació donde hoy está la rotonda, en el antiguo Kilómetro 52. El paso de la nueva autopista los llevó hacia otra zona, en Potrero Poí. Pero como aquello de que “uno siempre vuelve donde fue feliz” cada festividad del 8 de diciembre la vuelta al lugar con un puesto de ventas se convierte en una fiesta para su familia que ofrece mosto helado.
La caña dulce que utiliza es de producción propia y de la variedad “caramelo”. Es más dulce que el campo Brasil, que es el rojo, explica.
Recuerda que desde los 7 años ya acompañaba a su padre y su madre para la venta de mosto, chipa y butifarra. “Esos tres eran lo más típico que se ofrecía antes, ahora ya hay muchas otras cosas, pero desde que tengo uso de razón se ofrecía esos alimentos al peregrino”, recuerda sin dejar de exprimir la caña dulce.
Cuenta que preparar el mosto es una tradición familiar que viene de generaciones. “Mi bisabuelo ya se dedicaba a esta actividad. Él preparaba muy buena miel. Nosotros seguimos la tradición. Antes teníamos un trapiche manual, pero desde hace unos diez años usamos este que es eléctrico”, aclara.
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Esta actividad es propia de estas fechas y normalmente empiezan en los primeros días de diciembre, cuando aumenta la afluencia al novenario de la Virgen y se quedan hasta la Octava.
Durante el resto del año más bien se dedica a trabajos de albañilería. Entre su oficio de constructor y la preparación del mosto ha criado a seis hijos, todos profesionales ya recibidos.
A un lado está su hijo Leonardo Britos (35) quien lo ayuda con las ventas. El es abogado, pero en estas fechas aprovecha para compartir con su familia y mantener una tradición que le trae gratos recuerdos de la infancia.