En un ambiente de profunda devoción y recogimiento, miles de fieles participaron de la misa que marcó el cierre del octavario en honor a la Virgen de Caacupé, celebrada en la explanada de la Basílica. La Eucaristía fue presidida por monseñor Ricardo Valenzuela, quien centró su mensaje en una reflexión profunda sobre el pecado, la gracia y el ejemplo de María.


“El pecado es lo único que envejece el corazón”, expresó el obispo, señalando que no es el paso del tiempo lo que deteriora interiormente al ser humano, sino el mal, la mentira, el egoísmo y la falta de amor. En contraposición, destacó que la gracia de Dios mantiene viva y joven el alma, aún en medio de las dificultades y sufrimientos de la vida.
Durante su homilía, monseñor Valenzuela también reflexionó sobre el Evangelio de la Anunciación y el saludo del ángel a María, explicando el profundo significado de llamarla “llena de gracia”. Indicó que ese nombre no es solo un saludo, sino la identidad más profunda de la Virgen: una vida totalmente habitada por Dios, libre del pecado y preparada para acoger su voluntad.
En ese sentido, mencionó que María es la única criatura que no fue tocada por el mal. “Todo en el mundo, incluso las realidades más bellas, fue de alguna manera contaminado por el pecado. Todos, incluso los santos más grandes, fueron pecadores. Todos menos María”, sostuvo. La describió como “el único oasis siempre verde de la humanidad”, la única verdaderamente joven, porque nunca fue envejecida por el pecado.
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El obispo también recordó que la Virgen no tuvo una vida cómoda ni exenta de problemas. El Evangelio relata que se turbó ante el saludo del ángel y que luego debió enfrentar grandes incertidumbres, como explicar a José el misterio de su embarazo. Sin embargo, señaló que su fortaleza estuvo en su cercanía permanente con la Palabra de Dios, que meditaba y guardaba en su corazón.
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La formación de Jesús
Destacó además el rol silencioso pero fundamental de María en la formación de Jesús, enseñándole desde niño a rezar, a escuchar y a repetir la Palabra.
“Ese fue su secreto: una vida apoyada en Dios, incluso en medio del dolor y la incertidumbre”, afirmó, invitando a los fieles a imitar esa actitud en la vida cotidiana.
Tradicional procesión
Al finalizar la celebración eucarística, se realizó la tradicional procesión alrededor de la Basílica con la imagen de la Virgen Peregrina y la imagen original de la Virgen de Caacupé. Entre cantos, oraciones y emoción, el pueblo expresó una vez más su fe y su confianza en la protección maternal de la Virgencita Azul.
De esta manera, Caacupé volvió a convertirse en un espacio de encuentro, reflexión y esperanza, donde el mensaje del obispo resonó con fuerza: alejarse del pecado que envejece el corazón y abrirse a la gracia que renueva la vida.
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