“G. 5.000 cuesta tu vida”, fue la amenaza al policía asesinado

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Días antes de que el suboficial Osvaldo Ramírez Lezcano fuera asesinado mientras regresaba a su casa en Curuguaty, el efectivo policial recibió una llamada en la que sicarios le advertían de su destino. “Pronto nos vamos a ver en la calle”, le decían.

Primer intento…y la llamada va derivada directo al buzón de voz. Rodeados por lo que parece ser el silencio de la noche y el canto lejano de algunos grillos, dos hombres intentan en reiteradas ocasiones concretar una llamada.

Los hombres susurran en guaraní. Un nuevo intento y la llamada vuelve a fallar, otra vez el buzón de voz. “Discá el otro número”, le dice uno al otro y le dicta: “0985 502….no, 503”.

Son dos sicarios al servicio del narcotráfico que intentan dar con el suboficial mayor Osvaldo Ramírez Lezcano. El agente policial estaba en la mira porque los criminales lo señalaban como el responsable de la incautación de un cargamento de alrededor de 20 toneladas que había caído poco tiempo antes.

Los hombres decidieron grabar la conversación y la grabación cayó en manos de autoridades que ahora investigan el asesinato de Ramírez Lezcano, un crimen perpetrado el pasado 9 de agosto. Los sicarios habrían hecho circular el audio para demostrar que efectivamente fueron ellos los encargados del asesinato del suboficial perpetrado mientras volvía a su casa, un par de días después de un primer intento defectuoso. Bajo los efectos del alcohol, uno de ellos hizo circular el audio. Fuentes facilitaron a ABC Color una copia del audio en el que ya le advertían al suboficial sobre el destino que le tenían deparado.

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Mientras esperan que alguien atienda, el hombre que había dictado el número al que estaban llamando da instrucciones a su otro compañero. “Decile: ‘¿Cómo vas a hacer caer una carga? Hiciste eso y por tu primo. Que no sea que nos cobremos y después te lamentes”, afirma.

Apenas había terminado de dar las instrucciones, cuando se escucha la voz de alguien al otro lado del teléfono.

- “¿Hola?”. Es el suboficial Ramírez Lezcano.

- “¿Cómo estás kape (amigo)?”, le responde uno de los dos hombres.

- “¿Ha upei (¿y después?)?”

- “Cachafa te voy a decir ¿Para qué hiciste perder esa carga en Carolina? ¿Querés saber cuánto cuesta tu vida? G. 5.000, inútil”

Así comienza la llamada que duró alrededor de 10 minutos. Sin darle demasiado tiempo a Ramírez Lezcano para que hable o intente dar una respuesta a lo que le estaban recriminando, los sicarios le advierten que lo mejor que puede hacer es hablar con sus jefes para que lo trasladen.

“Muchos tipos malos van a llegar y te van a matar. Te cuento bien”, le espeta el sicario a un efectivo policial que no parecía aún entender del todo lo que estaba pasando… o que al menos intentaba convencer a los criminales de eso.

El suboficial les asegura no entender de qué estaban hablando o cuál era la culpa con la que estaba cargando y señala que es alguien que se dedicó a estudiar y que no se quiere meter en problema alguno.

“¿Qué no vas a saber de qué te estoy hablando? Por miserable le hiciste regalar a tu primo la carga. Vas a pagar caro ¿Querés saber cuánto cuesta tu vida? G. 5.000 cada uno y ataúd, eso vas a comer”, le replican.

“Muchos tipos van a llegar a esa comisaría’i. Andate a Japón o que”, agrega enseguida. Al otro lado del teléfono, el suboficial suelta una pequeña risa, algo que parece exacerbar aún más a los criminales que le dicen que se puede reír todo lo que quiera, pero que si le estaban diciendo lo que escuchaba era porque ya sabían que él había sido el responsable de la caída del cargamento de marihuana.

“No sos hombre, si eras hombre no ibas a entrar a ser tahachi (N. de la R.: término usado de forma despectiva para hacer referencia a los rangos inferiores de la Policía). Por miserable mandaste entregar la carga en Carolina. Despedite de tu mamá y tu papá”, continúa diciendo el criminal, cada vez con tono más molesto.

Ramírez Lezcano intentó en reiteradas oportunidades explicarse ante los criminales, pero ellos no querían saber de razones. “Vas a ver mi cara, si tenés suerte me vas a reconocer, o puede ser que te mate antes”, le anunció amenazante el hombre. “Cuidate, kape. Como macho te digo”, agregó enseguida.

- “Explicame cómo pasó lo que pasó”, le exige uno de los sicarios al suboficial en algún momento de la llamada

- “¿Cómo querés que sepa?”, responde Ramírez Lezcano.

- “Porque sabés y mandaste hacer”

- “¿Para qué me voy a meter en problemas de otro?”

- “¿Cómo es que pasó 20 minutos y ya hiciste caer? Eso es porque vos cantaste. Se va a llegar a vos. Se sabe toda tu información, se sabe todo, vos dijiste todo”

Los sicarios estaban al tanto hasta de quiénes eran los que estaban de guardia en las comisarías cercanas al punto donde se incautó la droga y por donde habían pasado. A Ramírez Lezcano le mencionan que donde el cumplía funciones estaban entre tres: “Vos, Ortellado y Duarte”.

En la subcomisaría 2da de Cruce Carolina, zona en la que fue incautado el cargamento de droga, cumplía funciones el oficial primero Édgar Daniel Duarte Acosta.

Días después de la incautación del cargamento y como consecuencia de que se encontrara un pedazo de papel en el que se detallaba el esquema de coimas pagadas a casi toda la Policía de Canindeyú por parte de los narcotraficantes, Duarte fue apartado del cargo.

“Ustedes son los que van a comer hule. Tienen que entrar a Brasil nomás ya. Por tiro’ysa (N. de la R.: término utilizado en guaraní para hacer referencia a los delatores) se le mató a varios tahachi (policías)”, le advertían a Ramírez Lezcano.

Los sicarios intentan ser despectivos con el efectivo, haciendo referencia que era apenas un suboficial o suboficial primero; cuando éste les dice su graduación, la respuesta fue: “Bala, para tu estudio”.

“Muy pronto nos vamos a encontrar en la calle boludo. Uno o dos meses más lo que vas a andar en el mundo. Policía y mujer puta se compran por G. 10.000. Si estás orgulloso de tu estudio, mejor andá aprender a hacer crecer rama que meterte en la Policía”, continuó el sicario.

“Porque hablas devalde es que mandaste echar esa carga ajena. No vales para nada. Inútil, no vales. Mientras dormís se te va a llegar. Hiciste echar en jurisdicción ajena, no vales. Si fueras policía, de verdad, hubieras agarrado así tal cual. Por hambriento se meten en la Policía”, aseveró el criminal.

“Ya tengo tu foto, muy pronto nos vemos. Nos vemos na rúa, cara”, finalizó y cortó la llamada.