Otra oportunidad para vivir

Tres futbolistas paraguayos volvieron a nacer hace un año, al sobrevivir al mortal terremoto de 7,8º registrado en Ecuador. Paolo Ortiz, uno de ellos, recuerda el trajín que vivió con sus compatriotas tras el fuerte sismo y su retorno al Paraguay.

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El 16 de abril de 2016 ocurrió un sismo de magnitud 7,8, seguido de miles de réplicas. El jugador paraguayo Paolo Ortiz, de 32 años, contó lo que pasó en Manta, puerto de Ecuador situado a 264 km de Quito. En suceso dejó 219 muertos en esta ciudad; perdió todo y tuvo que empezar de cero.

Ortiz arribó a Ecuador en 2014 para formar parte del Delfín Sporting Club, posteriormente fue al Club Técnico Universitario de Ambato y luego volvió a Manta, para vestir el uniforme del Manta Fútbol Club, en 2016. Compartió filas con los connacionales Iván Villalba y Diego Vázquez.

En entrevista con la cadena de noticias CNN, Ortiz relató que debido a que eran los únicos paraguayos en el equipo del Manta, los tres se volvieron amigos rápidamente. Ese 16 de abril, luego del partido tenían planeado cocinar comida paraguaya en el departamento de Ortiz, situado en el cuarto piso de un edificio.

Una vez en el departamento, Ortiz recibió la llamada de otro compañero del Manta que le solicitó ayuda para llevar un acondicionador de aire a su domicilio, a las afueras de la ciudad. Villalba y Vázquez se quedaron en el departamento y Paolo salió con su auto. El fuerte terremoto ocurrió cuando retornaba.

Ortiz dijo que a su retorno solo encontró escombros en los alrededores. “Entonces yo me arrodillo y empiezo a llorar, llorar, llorar, porque pensaba que mis amigos estaban ahí dentro, que estaban atrapados, que estaban muertos. No sabía qué hacer”. Las horas pasaban, no podía comunicarse con su familia y no sabía nada de sus amigos.

Luego de lo ocurrido, se habilitaron dos albergues en la ciudad. Paolo fue hasta el primero, pero no encontró a ninguno. Recién en el segundo pudo dar con Villalba y Vázquez. “Tengo grabada la imagen del momento en el que nos encontramos los tres, y ellos estaban descalzos, con shorts y unas remeras”.

Según contó Ortiz, Vázquez y Villalba le relataron que cuando empezó a moverse el edificio supieron que tenían que salir. Primeramente ayudaron a una inquilina del quinto piso a bajar con sus hijos, y luego corrieron por las escaleras hasta la calle. Transcurridos unos minutos, el edificio cayó.

“Esa noche nadie durmió en Manta, era imposible dormir; cada rato había temblores”, cuenta Ortiz. A la madrugada salieron del albergue y recorrieron las calles para intentar ayudar a quien lo necesitaba. El horror que vieron en Manta fue más fuerte que su intención. La ciudad devastada y los cuerpos de rescate que no daban abasto.

Sigue contando Ortiz que en un momento dado llegaron hasta una casa de tres pisos muy dañada, desde la cual se escuchaban gritos de personas, niños entre estas. Paolo indicó que quiso entrar y “no, no y no, me decían. Quedamos afuera, y no pasaron ni 10 minutos, cuando la casa se vino abajo y no se escucharon más gritos”.

De ahí fueron adonde vivían Vázquez y Villalba. El edificio todavía estaba en pie. Ortiz fue al segundo piso, con calma y cuidadosamente sacó lo que pudo: dinero, documentos y ropa. El domingo, en Guayaquil, llegaron a la casa del paraguayo Fernando Giménez, cuando eso jugador del Emelec, y luego vinieron al Paraguay.

Ortiz pasó una semana con su familia en la ciudad de Caacupé y luego retornó a Manta para cumplir el contrato vigente que tenía hasta diciembre. Mientras, Vázquez y Villalba no volvieron. Paolo relató: “Yo perdí absolutamente todo. Mi vida empezó de cero a partir del 16 de abril de 2016”.

Agregó: “Todo lo material se recupera. Gracias a Dios, llegué a Paraguay en diciembre del año pasado, y volví a comenzar. Soy padrino de cinco criaturas en el Ecuador”.

Ortiz juega en el equipo de Caacupé FC; Villalba desde este año juega en Peñarol de Uruguay; Vázquez regresó al Ecuador, pero fue al Mushuc Runa, de Ambato. Tres paraguayos que, por la distancia, no comparten como antes pero que tienen una nueva oportunidad, un privilegio que no tuvieron 671 personas en Ecuador.

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