Juliette Le Droumaguet lleva un mes desparecida. Es una inocente de siete años que quizá paga el pecado de algún adulto o es víctima de un descuido (según hipótesis fiscal) que nos embarga en una tristeza e incertidumbre indescriptible. Lo digo como padre de una niña que tiene casi la misma edad que ella. Pero qué será del sentimiento de las madres paraguayas que pese a la distancia consideran a Juliette como a una hija.
El misterio y las incógnitas sobre su paradero van creciendo como una bola de nieve a medida que los días pasan. Las dudas persisten sobre cómo y por qué no vuelve a casa. Los investigadores no sueltan datos y a veces se nota en ellos más desconcierto que en la propia sociedad. Quizá aún no pudieron atar los cabos con tantas versiones y elementos colectados.
En redes sociales, en comentarios de calle, todos y todas se lamentan. El pedido unánime es de justicia y que la niña francesa que habita tierra paraguaya retorne sana y salva.
Muy poco sabemos de los antecedentes de los padres. Solo son versiones de vecinos que se contradicen a las de su madre o entorno familiar. La mujer llegó a sospechar que su hija fue víctima de trata de personas. Pero aún no está nada claro. Diversas pesquisas nos llevaron a sospechar del peor desenlace.
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Las interrogantes van aumentando. La ansiedad de tener la certeza de qué pasó ese 15 de abril no tiene fin. Se tejen versiones que encierran mucho misterio. Supuestamente el padrastro le dijo a algunos empleados que no hacía falta buscarla. Incluso la denuncia de desaparición de la pequeña se hizo 24 horas después. Hay más preguntas que respuestas. ¿Alguien está ocultando alguna información o existe un trasfondo que no se sabe?
Toda la población de Emboscada está abocada en una desesperada búsqueda.
Pienso en las madres que son sobreprotectoras y cuya concentración está un cien por ciento en sus hijos. Las veo impotentes cuando tienen el deseo de recibir solo un regalo que no es material sino humano. Ese obsequio que ellas añoran en este día es el poder saber que Yuyú está de regreso. Las campañas solidarias “Dónde está Juliette” o “encuentren a Yuyú” recorren todo el país y se comparten en el extranjero.
Se dice que las madres son las que más sufren, las que son capaces de hacer hasta lo imposible. Las que no se rinden. Más aún sufren sabiendo que la niña es indefensa, con dificultades para moverse y expresarse. Sus imágenes brindan ternura. Una sonrisa que debe estar así por siempre.
Cada jornada finalizada por parte de los buscadores en la compañía Isla Alta se torna triste. Necesitan una dosis diaria de sacrificio para no bajar los brazos y mucho menos cruzarlos.
Se cumple un mes de su ausencia. Que esta realidad no nos amilane. Recurramos a las motivantes expresiones: “no tiren la toalla” o “la esperanza sigue latente”. No dejen de tener mente positiva o de hacer sus oraciones. Hay muchas madres que quieren que su hija del corazón Yuyú vuelva. Créanme que si eso pasa este año puede ser el mejor día de la madre en mucho tiempo.