El trabajo es producto de un año de investigación –ergo escuchas telefónicas– al capo narco, a pedido de Brasil.
Pero como Levi era muy precavido y operaba a través de un secretario de nombre Marcio Gayoso, alias Candonga, las escuchas se dirigieron al último de los citados.
En un momento, las escuchas a Candonga que tenían como objetivo determinar la organización del tráfico de marihuana a Brasil, dieron un giro inesperado. El operativo denominado North tomó un nuevo rumbo y puso en escena a jefes policiales y subalternos que contactaban con el secretario del jefe narco.
La fiscalía antidrogas recurrió a la Comandancia y logró la identificación de varios de ellos.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Fue así que se detectó un esquema de complicidad policial en el que se percibía que el secretario de un jefe narco no solo tenía línea directa con los agentes, sino que se daba el tupé de pedirle informes o de ordenar que saquen de circulación a otros policías que estaban molestando, con algún tipo de control.
El nivel vergonzoso de contacto que tenía Candonga con los policías llegaba al extremo de que el secretario de Levi echaba en cara a los agentes los pagos mensuales que les hacía, cuando estos no respondían a los pedidos del patrón.
Esto se observa de una acusación, que para darle solidez, fue firmada por los siete fiscales de la unidad anticorrupción. Es decir, toda la unidad antidrogas asume la responsabilidad.
Por supuesto, la investigación no estuvo exenta de errores y es justo reconocer que hay policías que fueron imputados en forma errónea.
Sin embargo, esto no puede desviar la atención del tenor de lo investigado porque trae una explicación lógica del porqué los grupos criminales se sienten a gusto en nuestro país.
Decir que todos los policías acusados están implicados sería injusto. Varios de ellos podrían ser inocentes y solo a un tribunal de sentencia le corresponde dictar el fallo.
Pero esto no debe ser una cuestión anecdótica ni tampoco de la fiscalía sola. Lo de este caso puede ser apenas una muestra. El peor error en el que se puede incurrir es echar la culpa solo a estos policías.
Acá hay mucho más que hasta puede incluir a políticos que piden que determinados agentes sean incluidos en puestos clave. El Gobierno debe activar sus mecanismos de control para que la depuración sea real en sus fuerzas de seguridad y esto no termine en una cortina de humo.