Fuimos todos vacunados

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Tenemos que asumirlo: hemos sido todos vacunados. Mientras peleamos por mantenernos con vida y aportamos lo que sea para apoyar a quienes luchan contra el covid-19 en los hospitales y en sus casas; mientras lloramos la partida de amigos y familiares; en el Gobierno se aumenta el combustible, se pacta impunidad, se negocia en beneficio de los intereses de los poderosos de siempre.

Son las 04:00 AM del viernes. Hace frío. Lejos de los mullidos almohadones con los que duermen el Presidente de la República, sus ministros y su entorno, centenares de personas con 70, 65, 80 años de edad se preparan para ir al vacunatorio más cercano a sus casas. La vacuna contra el covid-19 es su apuesta a seguir viviendo, a ver crecer a sus nietos, a poder almorzar en familia luego de más de un año de encierro. Pero al llegar al vacunatorio encuentran que no hay biológicos. Se acabaron. Cunde la desazón, algunos incluso lloran de impotencia. Con el tapabocas puesto por debajo de la nariz, muchos se “aglomeran” para protestar, exigir un poco de organización, algo de respeto a la población, algo que demuestre que al Gobierno le interesa tratar con dignidad a su gente.

Tras tanta protesta y más de cinco horas después, finalmente llegan algunos biológicos. Se entregan turnos y hay vacunas por hoy. Mañana no se sabe. Salud Pública dice que dependerá de que lleguen más dosis al país.

Entre el 22 de febrero y el 22 de mayo, Salud Pública reporta 252.582 inmunizados. Se trata del 6,31% de la población objetivo, que es de 4 millones. Hubo un avance del 2% por mes.

Según los infectólogos consultado, para que la vacunación incida positivamente en la mortalidad que produce el covid-19 necesitamos llegar al 30% de inmunizados. Y a este ritmo significa que por lo menos necesitamos 15 meses más para eso. Ni hablar de alcanzar al 80% de esa población objetivo para comenzar a pensar en el inicio de una inmunidad colectiva.

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Se supone que como plan B, mientras tanto, se estarían equipando hospitales, pero no. Los profesionales de la salud están cansados, faltan oxígeno, medicamentos y hasta guantes. La crisis económica aumenta, falta trabajo, hay hambre y frío, crecen los asaltos, hay miedo, inseguridad, impotencia, rabia. Quien puede, en un intento por conservar algo de cordura, cambia los noticieros por series de Tv.

Mientras, el statu quo se mantiene gracias a un pacto entre el presidente Mario Abdo y su protector y verdugo, Horacio Cartes. Bien atornillados en el poder, aprovechan para ganar impunidad y hacer los negocios que les placen. Por ellos fuimos todos vacunados. Pero sepan ustedes que en medio de la muerte, el dolor, el hambre, el hartazgo, ahora que poco queda por perder, también se están sentando las bases de una efectiva revuelta social.

mariana.ladaga@abc.com.py