La familia recorre la exposición, admirando los animales mientras responden las mil y un preguntas de los niños, se detienen más tiempo con el ganado menor, la mamá saca muchísimas fotos con las que va a torturar a toda la familia por WhatsApp, se detienen también en el parque de juegos y desde luego, hacen una parada prolongada para almorzar, y luego continuar el paseo hasta donde permitan las fuerzas y la paciencia, ¡Bienvenidos a la Expo de Mariano Roque Alonso!
Un par de semanas antes, las autoridades de la UIP y la Asociación Rural del Paraguay daban los detalles relacionados a la realización este año de la Expoferia en el predio de la Rural sin ocultar la profunda satisfacción de esas instituciones y todos los gremios que aglutinan, de poder volver a poner en la vidriera del público nacional e internacional después de 2 años todos sus logros, avances y servicios ofrecidos, además del hecho de constituir esta actividad un hito empresarial y por qué no, también social en nuestro país.
La Expo tiene sus adeptos, que son los que participan año tras año, ya sea por tener intereses comprometidos –propios o de la empresa en la que trabajan o representan- o porque sencillamente disfrutan la muestra, y muchos de ellos llevan a sus hijos, haciendo que la tradición continúe. Y están los otros, los que se quejan del tránsito para llegar, del precio del estacionamiento y la entrada, de la música, y encuentran mil motivos para objetar la organización, con razones válidas sin duda alguna en muchos casos, pero quizás no dimensionando en su justa medida el enorme trabajo que existe detrás de todo esto. Resignémonos al hecho, siempre habrá quien no esté de acuerdo con algo, y como sentenciaba la sabia abuela “nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”.
Se llevó a cabo por primera vez en 1.981, año en que arrancó, en un formato mucho más sencillo y menos pretencioso, creciendo a partir de allí en forma exponencial e ininterrumpida; se mudó de locación en un par de ocasiones hasta que se “quedó” definitivamente en el soberbio predio donde se realiza actualmente. En su versión número 39 (fue suspendida solamente en 2 ocasiones, los dos años anteriores a causa de la pandemia del covid), la mayor muestra del Paraguay, de la que participan innumerables empresas, industrias y ganaderas, buscó apuntalar la reactivación económica de los sectores productivos, con especial destaque de la industria y ganadería, pero también dando oportunidades a empresas de servicios, especialmente el gastronómico, a las Mipymes y gran cantidad de pequeños empresarios, emprendedores y artesanos que encontraron allí una buena oportunidad para exhibir y vender sus productos.
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Y no se trata solamente de la mayor exposición de trabajo del país, nuestro joven padre -con su hijo y conejos a cuesta-, recorrieron también una muestra que sirve de plataforma a la Expo Rueda Internacional de Negocios, que este año alcanzó records de negocios cerrados, situación que se dio igualmente en la cantidad de ingresantes pagos, estudiantes que acudieron con sus profesores (con ingreso gratuito), como así también ventas registradas por los emprendedores y empresarios de la UIP joven, lo que se dice ¡la Expo es un buen negocio!
Mientras varias personas practicaron el uso de las urnas electrónicas en el hermoso local de la Justicia Electoral –varias instituciones del Estado participaron de la muestra- también hubo importantes mensajes por parte de la organización en lo concerniente a la preocupación por la informalidad e ilegalidad y su combate, aspectos a los que se dio mucha visibilidad, en contraposición –y mostrando la otra cara de la moneda- también el poderío y la capacidad de los paraguayos que producen y trabajan sin pedir subsidios, representados en esta muy bien llamada “Fiesta del Trabajo”.
Bueno, no todo fue trabajo y sudor… Con un poco de envidia, vimos a los peones de estancia a cargo de los animales exhibidos en uno de los pabellones, disfrutar de un asado de tira que prepararon allí nomás, a la entrada del sector, y el olor se nos quedó pegado a las narices. Quienes tuvimos el privilegio de compartir con estos amigos alguna vez, sabemos que ese asado es –por lejos- el más sabroso de toda la feria. Para los visitantes hambrientos, existió una enorme oferta gastronómica, que iba desde comida rápida, pasando por las delicias de un productor de embutidos, hasta el famoso corrido estilo brasilero y las carnes seleccionadas de vaca, cerdo u oveja, esta última, más que recomendada.
Y a los shows de música folclórica nacional y sudamericana, eventualmente muy superpuestos, se suman los sonidos más “modernos” de locales comerciales y stands dirigidos a gente más joven (aquí es importante tener empatía y entender que esta cacofonía forma parte del encanto de la Expo), y una delgadísima artista argentina, hizo bailar y cantar a miles de jovencitos, en un espectáculo musical donde además de la música y show en el escenario quedó en manifiesto que la sociedad, para bien y para mal, está cambiando.
Qué bueno que tanta gente e instituciones apoyen este emprendimiento, qué bueno ver a las generaciones renovarse, genial ver las mejoras y tanto ímpetu juvenil, y con el recuerdo en la memoria de ese jingle sencillo, positivo y fácil de recordar, que representa su verdadero espíritu, adhesión de la gente, alegría y amor al trabajo: ¡Vamos a la Expo!