Dos caras, misma moneda

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Obviando usos, maneras y costumbres propias de las Relaciones Internacionales traducidos en mecanismos a través de los cuales –siempre Cancillería de por medio- se hacen este tipo de declaraciones, más aun considerando las repercusiones que puedan tener las mismas, el Gobierno de los Estados Unidos realizó en nuestro país a través de su Embajador y en el intervalo de pocos días, sendas comunicaciones en relación a la legalidad (o la falta de ella) en el manejo de personalidades locales relevantes, quienes haciendo uso indebido de sus influencias habrían entorpecido el curso de investigaciones internacionales relacionadas a actividades ligadas al terrorismo, entorpeciendo, anulando o dificultando las mismas

El curso de estas investigaciones y el grado de responsabilidad que fuera atribuido a raíz de las mismas a las personas involucradas, las hizo pasibles de un rótulo cuasi indeleble que constituye una capitis deminutio o disminución de sus capacidades civiles, con consecuencias directas claras y otras indirectas más complejas de determinar pero que se pueden intuir, y que son de seguro sumamente incómodas para los afectados.

Por un lado, nos respalda y fortalece una alianza de más de 150 años con la nación más poderosa del mundo, que en forma directa a través de su gobierno y organismos e indirecta a través de organizaciones civiles y privadas ha apoyado al Paraguay en innumerables proyectos; por otro lado a muchos ofende esta supuesta “injerencia” en asuntos internos, intromisión que no sería necesaria si nuestras instituciones funcionaran como es debido: Dos caras de la misma realidad, una que nos favorece y otra que nos pica.

Para el caso, existe en español una expresión –y recordemos que nuestra lengua europea adoptada al tronar de arcabuces por libre voluntad tiene un refrán para cada situación- que reza “Las dos caras de la misma moneda”. Esto puede tener varios significados, todos conexos entre sí, siendo uno de los más utilizados la interpretación de que todo puede ser visto y juzgado desde varios puntos de vista, y que no debemos fijarnos solo en lo que se nos muestra.

Me viene a la memoria mi querido y entrañable tío Neneco, un tipazo que nos llevaba de niños a la cancha y nos compraba pororó, empanadas y gaseosa. Tenía una paciencia de santo con la sobrinada, tolerando nuestras travesuras y explicando las cosas la cantidad de veces necesaria para que uno entendiera. Por otro lado, era absolutamente cerrado ante ciertas fallas que consideraba sacrilegios, y que castigaba con el silencio hacia el pecador de turno, literalmente “te mataba con su silencio”. La misma persona, dos facetas de su carácter.

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Nuestro genial don Humberto Rubín sentenciaba a menudo “nada es verdad, tampoco mentira… todo depende del cristal a través del cual se mira”. Esto refiere al modo en que vemos algo, donde influyen notablemente nuestro conocimiento, tendencias, prejuicios y valores. De esta forma nos equivocamos muchas veces al juzgar a alguien, de quien conocemos solamente su lado bueno o rostro agradable –o al revés-, pero nos sorprendemos al ver la otra cara de la moneda.

Las declaraciones públicas de la Embajada de los Estados Unidos tuvieron el efecto de patear un hormiguero activo, se generó un verdadero batifondo. Este estado de cosas afectó claramente a algunos jugadores, que tuvieron que salir de la cancha silbando bajito, sin chistar siquiera ante la sanción del Juez. Eso sí, declararon desconocer absolutamente el origen ni motivo de la sanción, cosa rara, porque en ocasión de haber sido impuesta –en idénticas condiciones- al jugador del equipo contrario aplaudieron la decisión alegando que estaba absolutamente ajustada a todo derecho, humano y Divino.

Muchas pequeñas decisiones se pueden tomar usando una sencilla moneda, dado que las probabilidades de que caiga cara o cruz son –gracias a que son acuñadas de manera tal que el peso se distribuye uniformemente a cada lado- estadísticamente iguales. Así, se usa este método para determinar qué equipo se ubicará de qué lado al iniciar un partido o quién empezará a ejecutar la tanda de penales, también entre compañeros de oficina para ver quién caerá la siguiente ronda de chopp en un after office o entre hermanos para adjudicarse el dudoso privilegio de salir de la comodidad de la casa para ir a comprar una gaseosa que faltó para el almuerzo un domingo. Es un método sencillo, práctico y no genera suspicacias, salvo que la moneda tenga dos caras iguales, pero esa picardía es poco común.

Estamos más que contentos cuando el gobierno que preside el Sr. Biden nos extiende una visa, y ni qué decir cuando nuestros hijos aplican para una beca y nos llenamos de esperanzas sobre su futuro. Consumimos sus películas, compramos ropa de excelente calidad en Miami a mitad de precio que en Asunción y planeamos con meses de antelación un viaje a Nueva York, para recorrer esta fantástica ciudad. Admiramos su orden, método, la economía (¡cómo nos gustan los dólares!) y mil cosas más, pero nos rasgamos las vestiduras cuando nos indican qué hacer, ¡una incongruencia!

La moneda cayó de tal forma que uno de los contendientes se tuvo que retirar, pero significó la posibilidad de que entre al ruedo otro de refresco, que parecería tiene muchas más chances, considerando que la candidatura del primero como que no prendía, ¿casualidad o causalidad? También, en este juego de azar, como lo es finalmente, ocurre que la moneda, dependiendo de cómo caiga, nos beneficie o no, lo que habrá que aceptar y administrar con inteligencia, humildad e hidalguía, dependiendo del caso. Lo que no podemos hacer es desconocer el resultado y pretender esquivar sus consecuencias.

Tampoco debemos desconocer que esta práctica es válida para dirimir cuestiones en las que, en realidad, la diferencia es mínima o no existe directamente, como lo son las probabilidades estadísticas de que caiga de uno u otro lado. En nuestro caso local, la diferencia que marcó la moneda entre las opciones posibles es gigantesca, solamente superada por la candidez de quienes, en su ceguera de poder, creen poder realizar impúdicamente sus fechorías sin responder nunca por ellas.

Las monedas, en puridad, no tienen 2 caras sino 3: el anverso, el reverso y el canto. En la práctica, la posibilidad de que caigan sobre el borde es despreciable, al punto de ser descartadas en las matemáticas, no obstante, en la teoría, en condiciones perfectas de lanzamiento, se estima una probabilidad en 6.000 de que caigan de esta forma. Así, podemos dar por hecho de que en algún momento van a caer, de la misma forma que caerán sistemas de gobierno corrompidos, sin capacidad de depurarse y que precisan de injerencias foráneas que les indiquen cómo hacer los deberes en casa.