Se acercaron diez enfermos, duramente excluidos de la sociedad, que gritaban: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”.
Definitivamente, el Señor no es indiferente a nuestras súplicas, inclusive, es el primer interesado en nuestra felicidad.
Los diez leprosos fueron sanados por el amor de Cristo, que se traduce en actos poderosos a nuestro beneficio. Pero solamente uno volvió para agradecer.
Esta proporción parece denunciar la fría realidad en que nos movemos: noventa por ciento de las personas poco se importa de manifestar gratitud. Parece que somos finos para criticar cualquier falla ajena, exaltados en exigir nuestros derechos, pero flojos para retribuir las dádivas recibidas.
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Es indispensable que aprendamos a corresponder, en primer lugar los sorprendentes regalos que Dios nos concede a cada segundo, como la vida, la fe, el alimento, las ganas de salir adelante y otros. Respetar los mandamientos, en cosas públicas y privadas, también es un modo de agradecer al Señor.
Además, reconocer las atenciones que recibimos de nuestra familia, como el apoyo, el compañerismo y el afecto.
El espíritu de gratitud ha de manifestarse en actos, como sea, hablar claramente que se está contento por el gesto que la otra persona hizo, y que es algo precioso.
No basta un buen sentimiento dentro del corazón, ya que escuchar las palabras de agradecimiento une el que dona, y el que recibe.
Reconocer que hemos sido beneficiados con una buena obra agranda la autoestima, pues expresa que uno tiene valor para la otra persona.
Evidentemente, la gratitud no tiene nada que ver con la adulonería y la manía de ser chupamedias de patrones, superiores y poderosos en general.
El espíritu de gratitud debe llevarnos a otro estilo de vida, es decir, como uno sabe que es bueno recibir dones, debe regalar dones a los demás: es una mutua sanación.
Para el Señor, el homenaje que hemos de ofrecer es la Eucaristía de cada domingo, que es la “acción de gracias”, la gratitud por excelencia.
Un modo de superarse, en cuanto al materialismo, es tomar conciencia de lo que significa el diezmo. Saber que no es una limosna ocasional, pero el compartir solidario de lo mucho que Dios nos concede gratuitamente. Diezmo es algo sagrado, que no pertenece a uno mismo, sino que se debe devolver como gesto de confianza y reconocimiento: es medio para sanarse.
Paz y bien.
Hno. Joemar Hohmann. Franciscano Capuchino.