Política y adicción al poder

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Todas las aristas de la política resultan fascinantes. Se la mira por donde sea, siempre es sorprendente. Ni que decir cuando nos fijamos en la adicción que crea el ejercicio del poder. La gente que se inicia en este oficio, no se detiene hasta conseguir su meta que es llegar hasta lo más alto.

En la escuela se distingue por socializar y dirigir. Se perfila como un líder nato. No tiene miedo de hablar y discutir. Organiza bailes, actividades deportivas, rifas, encuentros, charlas y permanece atento y receptivo. Quizás, intelectualmente no es tan brillante, pero tiene simpatía y carisma, llama la atención. Su empatía es característica y ayuda en clase. Los compañeros acuden a escucharlo y presentarle cualquier opinión e inquietud. Lo mismo ocurrirá en el colegio y la Universidad.

Lo más probable es que provenga de una familia de docentes, políticos, psicólogos, comunicadores o cualquier otra profesión. Puede ser de origen muy humilde y de padres analfabetos. Puede tener una historia de superación personal digna de una película o todo al revés. Lo cierto es que los individuos que abrazan esta carrera, tendrán que ser sicólogos, sociólogos, filósofos, maestros, guías espirituales, vendedores, artistas, magos y malabaristas. Con mucha cintura política. En el campo de acción, se lo podrá juzgar. Y recién entonces sabremos la verdad.

En su comunidad será presidente de comisión del barrio. Hará reuniones, recaudará plata para empedrados, alumbrado público, limpieza de baldíos, caseta policial y transporte. Será un nexo con las autoridades e instituciones públicas. Así aprenderá la gestión. Así adquirirá sus primeras lecciones de esa noble actividad.

Ser listo, amable, locuaz y abierto. Años después, ya lo verás en la lista de concejal de la ciudad. Más tarde será intendente y como ya saborea las mieles del poder, luchará por ser gobernador, diputado, senador, hasta Presidente de la República.

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Todo bien hasta este momento. Muchos políticos llegan a cumplir su misión y vocación y salen por la puerta grande. Son reconocidos por sus pueblos como grandes estadistas. Figuran como grandes personajes de la historia universal. Dejan importantes legados a su país que los recuerdan con admiración y respeto. Son figuras inspiradoras. Existieron en el pasado y existen hasta ahora. No podemos discutir eso.

Pero como dicen que el poder corrompe, hay quienes se vuelven adictos y se aferran sin querer soltarlo por nada del mundo. Este apego se vuelve tóxico y ha sido estudiado por sicólogos ya que sus efectos son devastadores.

Como toda adicción se vuelve peligrosa y dañina. La persona se cree omnipotente y omnipresente. Es un narcisista psicópata. Piensa que todo gira a su alrededor y se cree el centro del universo. Se marea con los halagos que le dicen y sufre un trastorno de la personalidad. Se enferma y no puede vivir sin esa droga que lo calma y lo alivia. Le llaman Sindrome de Hubris. Cuando ya pierdes el camino y te envenenas con la droga del poder.

Si bien los siquiatras no la tratan como enfermedad mental, está considerada como una psicopatología, con algunas características específicas. Muchos políticos que conocemos sufren este problema que acarrea dificultades en el entorno.

La persona pierde el equilibrio, se desubica, es orgullosa y actúa con maldad y crueldad. Aun así se aferra desesperadamente a su silla y se niega a abandonar su barco, ya a punto de naufragar.

Cuanta gente que ya tiene que dejar el cargo a gente más meritoria y capaz, actúa tristemente de esta manera. Es patético ver a esas figuras cuando que necesitamos políticos sanos en todo sentido, con mucha fuerza y coraje. Políticos que deben decir adiós, hasta acá llegué con aciertos y errores, y permitir savias nuevas en ese oficio tan vital, relevante y transcendental. Usted, ¿qué opina?