Hace unos días volví a recordarla y descubrí que aquella FE a la que cantábamos me ha abandonado casi por completo. FE viene del latín “fides”, “lealtad” o “fidelidad”, confianza plena en algo o en alguien. La FE es ese sustantivo que nos han robado, y que no contentos con habernos despojado pretenden que vivamos anestesiados sin protestar ni denunciar; osan condenarnos hasta por revelar y rebelarnos.
Intentan convencernos de que podemos vivir sin FE en la justicia; que debemos tolerar seguir viviendo sumergidos en robos, saqueos, violencia, narcotráfico, ladrones que devoran dinero público, crimen organizado, lavado de dinero, contrabando y enriquecimiento ilícito. ¿En qué parte del camino empecé a extraviar la fe?
En el 2017 pasaron varias cosas muy fuertes: inició el destape Darío Messer, los negociados del ex Fiscal General Javier Díaz Verón y saltaron los audios sobre la podredumbre judicial encabezada por Oscar González Daher. La Fiscal General Sandra Quiñonez asumió en los primeros meses del año siguiente, 2018, con toda mi FE y respeto sobre sus hombros. Enseguida perdí ambos valores y fue recién en el 2019 cuando EEUU bajó el primer sablazo de “significativamente corrupto” para OGD y Díaz Verón mientras Brasil ponía la mira sobre Darío Messer y Horacio Cartes.
Messer, Díaz Verón y los González Daher palidecen ante las sospechas sobre el actual Presidente y Ministro de la Corte Antonio Fretes. No es que se destiñan por la fortuna que no fue detectada por el sistema de control de lavado de activos, o porque lograron hasta ser accionistas de Bancos. No. El sospechado es ni más ni menos que cabeza del Poder Judicial, ministro y Presidente de la Corte Suprema de Justicia.
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Revuelve las tripas imaginar de dónde pudo haber salido este dinero. Cuántas manipulaciones o sometimientos existieron. Cuáles despojos o aprietes ayudaron a forjar este dineral.
De solo pensar que Antonio Fretes sigue firmando resoluciones como uno de los ministros de justicia más todopoderosos del Paraguay sin que nadie se inmute, es como asistir a un pornográfico y decadente show de decrepitud del poder. El Fretesgate haría perder la FE al mismísimo Niño Dios que nació anoche. En términos bíblicos, más que un nacimiento y principio de la vida el Clan Fretes nos recuerda al final y a los sepulcros blanqueados: por dentro podridos y agusanados. Por afuera trajeados, sentados en el trono y firmando sentencias.