Tiempo de hacer historia

¿Dónde estabas cuando el hombre llegó a la luna? ¿O quizás el día de la caída del muro de Berlín o cuando supiste de la muerte de Lady Di? Me aventuro a responder lo casi obvio. Es probable que hayas visto, como yo, algunos de estos acontecimientos por televisión, o leído sobre ellos en la tapa de un diario. Los más jóvenes quizás hayan oído relatos de parte de padres o abuelos.

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Lo cierto es que a lo largo de las últimas décadas nos hemos acostumbrado a ser testigos de la historia. Tragedias, descubrimientos, avances científicos y hasta algún milagro. Sentados en la primera fila -y más aún en tiempos de inmediatez mediática a través de la web- observamos estupefactos la caída de las Torres Gemelas, o nos emocionamos con aquél mítico mensaje en las minas de Chile: “Estamos bien, en el refugio, los 33″.

Sí, hemos tenido la oportunidad de ser testigos de innumerables acontecimientos que pasarán a los libros de historia. Sin embargo, rara vez tenemos el privilegio o la desdicha -de acuerdo al tenor del caso- de ser sus protagonistas, aquellos que motorizan acontecimientos que tienen el poder de cambiar el rumbo de nuestro mundo.

Hace algunos días, eso fue exactamente lo que hicimos. Por primera vez en ¡dos mil años! una organización judía -el Congreso Judío Mundial- a sesionó “puertas adentro del Vaticano”, en la Sala del Sinodo. El encuentro había comenzado el día anterior en la Gran Sinagoga de Roma, donde 150 líderes judios de 50 países, iniciaban la reunión del Comité Ejecutivo del CJM.

“Nuestras dos comunidades de fe tienen encomendada la tarea de trabajar para que el mundo sea más fraterno, combatiendo las formas de desigualdad y promoviendo una mayor justicia, para que la paz no se quede en una promesa de otro mundo, sino que se convierta en una realidad del presente en nuestro mundo”, afirmó el Papa al darnos la bienvenida. Un mensaje que nos invitó a enfocarnos en aquello que tenemos en común, y en el enorme potencial constructivo del trabajo conjunto.

Por si este acontecimiento milenario no fuera lo suficientemente particular, el encuentro tuvo un ingrediente que lo hizo aún más especial. 57 años antes, en ese mismo espacio, la Iglesia Católica promulgó durante el Concilio Vaticano II la declaración Nostra Aetate. Allí la Iglesia sentó las bases para sus vínculos con religiones no cristianas, abriendo la puerta al encuentro con el pueblo judío. Siglos de tensiones llegaban a su fin a partir de un acto que logró materializarse después de casi 20 años de trabajo por parte de incontables sacerdotes, teólogos, Obispos y Cardenales de la Iglesia Católica, en un esfuerzo que cobró especial relevancia luego de los horrores del Holocausto.

Casi seis décadas más tarde, aquello que entonces era una utopía se había vuelto una realidad tan palpable como nuestra presencia en el Vaticano, culminación perfecta del recorrido que la Iglesia comenzó en 1965 con su Nostra Aetate. ¿Qué mejor oportunidad entonces para replicar el gesto? Así nació Kishreinu, hebreo de “Nuestro Vínculo”, respuesta de las comunidades judías a aquel documento trascendental. Esta iniciativa, que presentamos la última semana ante el Papa Francisco, está destinada a fortalecer los lazos judeo-católicos en todo el mundo.

Culminamos este encuentro cargado de simbolismo con un almuerzo kosher en el mismo Vaticano. Porque abrir las puertas de este mítico espacio a la Comunidad Judía no se limitó a recibir a este centenar y medio de líderes, sino entender sus necesidades y respetar sus costumbres y tradiciones.

Al regreso de Roma, nos permitimos un poco de nostalgia para rememorar la experiencia. Pero lo hacemos no solamente emocionados por lo que fue, sino expectantes por lo que será. No hay dudas de que los emocionantes días que vivimos en el Vaticano quedarán en la memoria de cada uno de los participantes. Y como sus protagonistas, son también parte de nuestro presente y nuestro futuro. Porque es tiempo de que asumamos el liderazgo y trabajemos las relaciones entre judíos y católicos para alcanzar un futuro mejor. Es tiempo de hacer historia.

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