Cuatro de ellas hablan de no matar, ni llamar al otro de imbécil; de no cometer adulterio, ni en actos, ni tampoco en pensamientos; de no divorciarse; de no jurar, ni por el cielo ni por la tierra.
Hoy enseña dos cosas más: no reaccionar al estilo “ojo por ojo y diente por diente”, y también amar a los enemigos, rezar por los que nos persiguen y hacer el bien a los que nos hacen el mal.
Quizás la palabra “enemigo” suene demasiado grande, pues ¿quién de nosotros tiene enemigos literalmente? Por eso, creo, es más oportuno hablar de “brujas y pesados”, pues, seguramente, todos tenemos gente así alrededor nuestro.
Si queremos ser sinceros, no solamente hemos de considerar a los demás como “brujas y pesados”, pero analizarse para ver si uno mismo no es el primero en estar en esta clasificación. Además, hay que cuidarse con la tendencia tan común del ser humano, que es justificarse en todo y condenar fácilmente al otro.
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Entonces, Jesús nos exhorta a que debemos hacer el bien a las “brujas”, a estas mujeres que son sobradoras, embaucadoras y chismosas.
Igualmente, a los varones que son “pesados”, verdaderos ogros que atormentan la vida, argeles que no respetan sus límites y atropellan abusivamente a los demás.
No debemos tratarlos con la ley de talión, que significa “ojo por ojo”. Lo que exige de nosotros es no querer hacer justicia con las propias manos, es más, a dominarse para no buscar la venganza, que agranda la espiral de violencia, la cual transforma la existencia humana en una tensión constante, que nos enferma a todos, y destruye un montón de cosas lindas, que la vida nos regala.
No es nada fácil bendecir a los que nos difaman y elogiar a los que nos desprecian, pues no es un acto de la naturaleza humana: es un acto de la naturaleza divina. Por eso que Jesús afirma: “Amen a sus enemigos, así serán hijos del Padre que está en el cielo”. Ser hijo significa ser semejante al padre y mostrar sus mismos valores.
De acá brota algo sumamente importante para nuestra vida diaria: no debemos hacer el bien a las “brujas y pesados” por la simpatía que ellos irradian, pues no la irradian, sino porque Dios los ama y ordena que los amemos también.
Día 22 es Miércoles de Ceniza: participe de las celebraciones.
Paz y bien