El domingo pasado, hablando con la Samaritana en el pozo, el Señor se muestra como “agua viva” que brota hacia la vida eterna. En este domingo, con la sanación del ciego de nacimiento, Jesús se manifiesta como “luz del mundo”, y el domingo siguiente, devolviendo la existencia a Lázaro que había muerto, Él se proclama como “resurrección y vida”.
También nuestro bautismo es agua que purifica y regenera; es luz para nuestro camino y vida de resucitados, desde el mundo presente; así, tratemos de actuar con la nobleza que debe manifestar un bautizado.
La realidad de luces y sombras nos acompaña, prácticamente, en todas las situaciones de nuestra peregrinación, sea en el trabajo, en el estudio, en la relación de pareja, incluso, en nuestra alianza con el Señor. Sin embargo, depende de cada persona agrandar la luz, o aumentar las tinieblas, con sus actitudes.
Existe un refrán popular: “Peor ciego es aquel que no quiere ver” y esto ocurre en la vida humana. Cuantas veces uno “no quiere ver” que la melancolía que experimenta es porque está lejos de Dios y demasiado atrapado por el materialismo y egocentrismo.
Además, “no quiere ver” que los intercambios dentro de la familia no andan bien, porque falta una conversa sincera y bien humorada.
Otros hablan de crisis en el país, pero son títeres de políticos inescrupulosos y se venden al mejor postor.
Hay formas de sembrar luz y optimismo alrededor nuestro. El primer paso es “querer ver” y no adoptar la estrategia del avestruz, que mete la cabeza en la tierra y hace de cuenta que no pasa nada, porque él “no ve nada...”
Debemos formar y demostrar una conciencia crítica, que sea cristiana, que sabe evaluar lo que pasa en la sociedad y tiene coraje de combatir la corrupción y la indecencia. Es muy tenebroso solamente quejarse, y señalar posibles culpables de todo.
Jesucristo es quien nos sana de las cegueras morales y sociales, a través de su Palabra que ilumina, de su Cuerpo y Sangre, que se nos regala en cada Eucaristía.
Él toca nuestros ojos ofuscados y los abre para la verdad y la cordura. Pero, como el ciego sanado dio valiente testimonio de Cristo, lo mismo debemos hacer: proclamemos con obras de honestidad y de justicia que seguimos al que es Luz del mundo y disipa las tinieblas de nuestras estupideces.
Paz y bien.