Un poco antes le habían elogiado, afirmando que Él era sincero, que enseñaba con fidelidad el camino de Dios, sin hacer discriminación de personas.
Jesús les contesta: “Hipócritas”, y justamente es esto lo que significa ser “fariseo”: tova mokõi.
La cuestión de fondo es compaginar los derechos del poder civil, representado por la palabra César, con los derechos de Dios, sin ser hipócrita. En otras palabras: articular debidamente la dimensión religiosa de nuestra vida con la dimensión política, social y económica.
El problema es cuando César pide lo que es de Dios, es decir, la absoluta sumisión a sus dictámenes materialistas, sin considerar las exigencias del Evangelio, que toca el bien común, la justicia distributiva y la promoción del ser humano.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
“Dar al César lo que del César y a Dios lo que es de Dios” es una expresión fácil de manipular, lo que ocurre cuando se quiere sostener que la fe debe manifestarse solamente en el ámbito íntimo, o, a lo máximo, recrearse en la sacristía y en el salón parroquial. Esto “es lo que le toca Dios” y todo lo demás, supuestamente, “es del César”, situación en que el poder político privilegia a sus apadrinados, robando de modo descarado, y marginando a los demás, sin ofrecer buenas condiciones de educación, salud, empleo y seguridad.
Resulta que la autoridad del César viene de Dios, como lo manifiesta el profeta Isaías refiriéndose a Ciro, emperador persa. Afirma: “Yo, el Señor, he llamado a Ciro por su nombre, le he dado un título de nobleza sin que él me conociera”, pero Ciro nunca tendría que olvidarse que Dios es el único Señor, y no él mismo.
El texto y contexto son claros: en primer lugar debe estar Dios y sus mandamientos, y todo el andamiaje sociopolítico-económico de un pueblo debe estar acomodado a este valor primordial, y nunca al revés.
El conflicto surge con la sed de poder, de plata y las interminables hipocresías que se esgrimen para abusar del cargo que uno ocupa, así como para acallar la voz de la propia conciencia que reitera: “Dios es el Señor y no hay otro”.
Entonces, el buen cristiano debe ser también un buen ciudadano, pues es imposible ser buen cristiano y ciudadano corrupto, así como ser un ciudadano apático y buen cristiano.
Paz y bien