“Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, y no sea que les encuentre dormidos”: esta sabia exhortación dice que no podemos “vivir como que dormidos”, sin proponernos metas realizables, y solo tener como principal ocupación despotricar contra todo mundo.
Cada ser humano recibe una misión, talentos para realizarla y constantes bendiciones de Dios. Entonces, hay que emprender el largo camino con valentía, buscando inspiración en la lectura de las Sagradas Escrituras, en la Misa de cada domingo y en silencio de la oración. Cuando uno no cultiva estas dimensiones de su espiritualidad, muchas veces va a atormentarse con la pregunta: “¿Por qué será que no encuentro sentido en mi vida?”.
Manifestar vigilancia activa es tener paciencia delante de los silencios de Dios, ya que tantas veces uno le pregunta mil cosas, y parece no recibir ninguna respuesta. En verdad, el Señor nos habla en nuestra conciencia, a través de las otras personas y en los acontecimientos de la vida. Lo que ocurre, y es un peligro, es que uno desea un justificativo para sus comportamientos, y no tanto, ánimo para estar al pie del cañón, con ganas de hacer la voluntad de Dios. Esto no es ser vigilante, pero acomodado, y lo que es peor: acomodado en sus macanas. El cuidado constante significa también entender que para construir algo positivo hay que esforzarse, y en este trajinar se pasan rabias, decepciones y varias veces se es dejado solo, justamente por aquellos de quienes más se esperaría apoyo. San Pablo nos asegura que en Cristo hemos sido colmados de todas las riquezas, las de la palabra y las del conocimiento (1 Cor 1), lo que nos ilumina para administrar correctamente los conflictos que la vida nos ofrece, sin perder la esperanza, ni tampoco acabar deprimido.
Al llegar a este mes de diciembre, tratemos de participar gustosamente de la “Navidad en Familia”.
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Paz y bien