“La familia es uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos; ella es escuela de fe, palestra de valores humanos y cívicos. La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los hijos”. (Documento de Aparecida, 114).
La familia es un “tesoro” y como tal debe ser tratado y protegido. No se puede exponerlo a la rapiña de las irresponsabilidades personales, y de las infidelidades. Asimismo, no se puede dejarla al capricho y prepotencia de los seres humanos y, por ello, Dios da sabias normas para el compartir familiar.
Sin duda, muchos de los males que sufrimos en nuestra sociedad provienen de la disgregación familiar, cuando marido como mujer presentan poco espíritu de sacrificio para mantener la unidad matrimonial, y no se respetan de modo constante. Además, no buscan las tantas ayudas posibles, y la impaciencia, reforzada por la soberbia, traen resultados devastadores.
El Evangelio hace una hermosa constatación: “El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”.
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Para que los niños puedan crecer en sabiduría y gracia necesitan de familias unidas, pues ella es una escuela de fe, ya que en este ambiente ellos escuchan hablar de Jesucristo, como nuestro Amigo y Salvador, y de la Iglesia, como espacio de vibrante participación.
“Palestra de valores humanos y cívicos” donde los hijos aprenden los valores de la honestidad, del estudio, del trabajo decoroso, de la solicitud y del verdadero amor a la patria, que se manifiesta por el empeño hacia el bien común.
Sin valores humanos, la persona se desorienta, y aunque tenga mucha plata y poder, termina realizando actitudes monstruosas.
La familia es el ámbito, por excelencia, donde uno ha de encontrar la serenidad personal y se interesará en transmitir esta paz a los demás, sea con una conversación amena, sea con un espíritu de autodominio.
Además, como “Iglesia doméstica” es lugar favorable para crecer en el amor a Dios, conocimiento y acato a sus enseñanzas.
Cada miembro de la familia, de acuerdo a su edad y capacidad, debe colaborar para que este tesoro no se pierda, tiene que poner empeño para ayudar a sus familiares y ha de asumir de modo alegre su parte en los quehaceres domésticos.
Invite hoy a sus familiares para rezar un “Padrenuestro” y un “Dios te salve, María”, de manos tomadas, como gesto de afecto y reconciliación.
Paz y bien