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La reacción de la senadora fue a raíz de un divertido video que la tiene como protagonista. Se olvidó de que gracias a esa libertad ella goza de los privilegios de tener un espacio en el Congreso al que llegó mediante la libertad de expresión y de prensa.
En estos días, el diario Abc color publicó algunas de sus ideas, nada generosas, sobre Horacio Cartes a quien trató de lo peor. Se diría que lo conocía muy bien por los datos que manejaba. Era cuando hacía proselitismo como aspirante por Cruzada Nacional. Ganó las elecciones y Cartes no tardó ni un minuto en castigarla. No la iba a perdonar tantos insultos: la hizo fanática de Honor Colorado. La hizo tránsfuga, la expuso ante sus electores como una persona a la que no se puede confiar, que está dispuesta a pisar sus promesas de integridad. El diablo compró su alma; quienes votaron por ella se quedaron con la boca abierta, llenos de estupor, pero pronto se repusieron. El castigo era proporcional al delito.
Los adherentes de la Cruzada Nacional –traicionados también por otros de la misma naturaleza errática- están contentos porque fueron terriblemente vengados al cambiar su libertad por la esclavitud. Nada podrán hacer en el Parlamento sin permiso del patrón; no podrán decir una palabra sin previa autorización. El margen de libertad que tienen es muy reducido: pueden pedir café y empanaditas durante las sesiones.
La venganza de Cartes es cruelmente refinada. Paga bien pero también pega bien.
Por haberle colmado de insultos –”Cartes no es colorado, es el pirata que secuestró a la ANR”- Cartes hizo de Norma Aquino, entre otras cuestiones, enemiga de la libertad de prensa y de expresión que sustenta las demás libertades.
Desde siempre la prensa crítica –una buena prensa no puede ser de otra manera- se ha llevado mal con los políticos oficialistas. Tienen distintas miradas sobre los acontecimientos y distintos intereses. En los hechos irregulares la prensa quiere contar la verdad; los políticos, ocultarlos o tergiversarlos.
Desde sus albores el periodismo ha sufrido los más indecibles ataques. Es comprensible. Su deber con la sociedad le hace intervenir en los más enredados asuntos criticándolos o en procura de esclarecerlos.
El político francés, Honoré Mirabeau (1749 – 1791) en su último año de vida ocupó la presidencia de la Asamblea Nacional a la que aconsejó: “La primera de las leyes que se debe consagrar siempre a la libertad es la de la prensa, la libertad más inviolable y más iluminada; una libertad sin la cual jamás podrán conseguirse las otras”. Se le escuchó. Su pensamiento se incluyó en el artículo 11 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: “La libre emisión del pensamiento y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; todo ciudadano puede hablar y escribir e imprimir libremente, pero es responsable del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley”.
Norma Aquino, amparada en este pensamiento enteramente civilizado, se despachó sin límites contra Cartes en la búsqueda de un espacio en el Senado. Sus críticas cayeron bien en su electorado que le confió su voto. Confianza muy pronto traicionada para colgarse del “pirata que secuestró a la ANR”.
Menos a una senadora –Yolanda Paredes- la funesta venganza de Cartes alcanzó a todos los parlamentarios que vinieron de Cruzada Nacional. Esto les pasa por carecer de la fuerza moral para sostener sus críticas.