Llenos de tránsfugas

En el Congreso nos vamos llenando de tránsfugas rápidamente. Es cierto que no son una especie nueva en nuestra fauna política, pero en este período llaman la atención por su cantidad y rápida aparición.

Aún faltan casi dos meses para que se cumpla el primer año de este nuevo ciclo legislativo, y ya son varios los legisladores que abandonaron los partidos políticos con los que llegaron al cargo.

Definidos por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como personas que abandonan una organización política, empresarial o de otro género, para pasarse a otra generalmente contraria, los tránsfugas son cada vez más en el Congreso.

Es fácil imaginar entonces el sentimiento de quienes depositaron sus votos por estos candidatos como representantes de un grupo político determinado.

El caso del senador Orlando Penner es el último. No es sorpresivo por la conducta política que ya exhibió durante los primeros meses de gestión, pero sí por ser uno de los referentes históricos de su partido, Patria Querida.

Gobernador, diputado y senador en períodos anteriores, Penner no es un novato de la política, por lo que genera más suspicacias el hecho de que fuese desmentido por los propios miembros de su comunidad, tras argumentar que contaba con el respaldo de las emblemáticas cooperativas del Chaco Central para impulsar un proyecto de agua para las comunidades de esa zona del país, y que esta era una de las razones por las que se declaraba independiente al no encontrar sintonía en su partido.

Por ahora el ex Patria Querida se declara “constructor” e independiente, frente al reclamo de la juventud de su partido que le pide por ética dejar una banca a la que llegó mediante el trabajo de toda esa organización política.

Y es bueno recordarlo, el voto preferencial es una herramienta que le da más poder al elector, que en primer lugar siempre respalda al grupo político que postula a esa persona, y que en medio de ese sector escoge a algún candidato de su preferencia.

El voto preferencial primero va al partido y luego al candidato, en medio de una paradoja institucional local que establece que sin un partido político nadie puede llegar al Congreso, pero que una vez dentro un congresista puede renunciar a ese partido y deambular como “independiente” sin integrar formalmente ningún grupo político.

Penner se suma así a una lista cada vez más larga de tránsfugas en el Congreso, como el caso de Patrick Kemper quien renunció como presidente de su partido de oposición, para pasar a formar parte del partido de gobierno.

O como los tres senadores ex Cruzada Nacional, quienes también cruzaron rápidamente el Rubicón, junto a un par de diputados de ese mismo equipo, con el que habían llegado con un discurso antisistema encarnado por su candidato Paraguayo Cubas, aunque en pocos meses ya integran ese mismo equipo al que criticaban en campaña.

Con motivación distinta, pero con resultado similar, el liberal Eduardo Nakayama también renunció a su tradicional partido anunciando que fundaría uno nuevo que rescate el espíritu original de esa agrupación, que decidió también expulsar a 4 de sus senadores por actuar funcionalmente conforme a los intereses del partido colorado.

Los tránsfugas se escudan en que la propia Constitución les garantiza la independencia de sus partidos, al establecer en su artículo 201 que ni senadores ni diputados estarán sujetos a mandatos imperativos.

Es cierto, así como también es cierto que llegaron a través de esos grupos políticos a los que deberían representar.

Queda entonces en el campo de la ética individual la decisión. Otra posibilidad si se pretende poner un freno a esta práctica es discutir a futuro una reforma que establezca la figura de la revocatoria de mandato, con la que el congresista pueda ser sometido a una evaluación por parte del elector.

guille@abc.com.py

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