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Al inicio de su obra, Jesús comunicó que “el Reino de Dios” está cerca, pero hay que cambiar de mentalidad para captar su sentido y sus exigencias. El Reino de Dios será el concepto central de su actividad, y de su predicación, aunque Él nunca lo definió claramente. Sin embargo, en innumerables veces lo ha descrito con términos siempre nuevos y fascinantes.
Hoy nos habla de la semilla en la tierra y luego añade que, sea que el hombre duerma, o pase la noche ajetreándose de mil maneras, la semilla va creciendo, sin que él sepa cómo. Con esto Jesús deja patente que el autor del Reino es Dios, y que Él va a realizar completamente su obra, con la colaboración del ser humano, o sin ella.
Tanto la semilla, cuanto la tierra y los fenómenos meteorológicos se armonizan para producir el fruto deseado. Sin embargo, el Señor no está estimulando la ociosidad, o una piedad pasiva, es decir, vivir de brazos cruzados, sin asumir sus propias responsabilidades, solamente “esperando en la Divina Providencia....”. Esta actitud significa provocar a Dios y ser negligente con relación a su familia y a la sociedad. Jesús también enseñó con vigor sobre la necesidad de no enterrar sus talentos.
En la parábola del grano de mostaza subraya el aspecto inicial y palpable de las cosas. Este grano es una semilla pequeña, parece que no significa casi nada, que no promete nada, pero tiene vida poderosa dentro de sí misma y va a prosperar, dando un resultado muy distinto del aspecto inicial: un árbol frondoso, que puede cobijar a muchos pájaros del cielo.
El Reino de Dios, entendamos como el empeño para construir una sociedad más honesta (menos corrupta) y más fraterna (menos violenta), está creciendo alrededor nuestro, porque el Señor no para nunca de llevar adelante su obra de amor y de liberación, con su fuerza invencible. Pero, cada uno debe poner su granito de arena, sea con un carácter optimista y valiente, a pesar de las decepciones que tenemos con algunas personas, sea en la familia, con la voluntad de mantener una feliz relación matrimonial, y con un diálogo alegre y paciente entre todos sus miembros, evitando las palabras ofensivas.
Hoy, Día de los Padres, enviamos nuestra bendición a todos ellos: ¡Felicidades!
Paz y bien