Múltiples focos se ciernen sobre un escenario desestructurado, con artistas de segunda que no leyeron muy bien el libreto y están arruinando la actuación entera. Esos reflectores incandescentes son los ojos prejuiciosos que juzgan la trama y la escenografía representa el ambiente condicionado para cada persona.
Asimismo, los artistas ejemplifican a la gente en general, quienes juegan con roles preestablecidos, interpretando el papel de la victima y el victimario. No obstante, cuando los personajes se invierten, la situación no es iluminada por los mismos reflectores incandescentes.
Hace días, cayó el telón de esa escenografía, dando lugar a una obra completamente inesperada con roles “invertidos”, cuando el periódico británico Daily Mail dio a conocer audios en los que Amber Head, la exesposa del actor estadounidense Johnny Depp, abusaba física y psicológicamente de él. La historia toma una transformación impensable cuando Head, de ser la víctima, pasó a ser la victimaria.
En 2016, Amber Head pidió una orden de alejamiento contra Johnny Depp por violencia doméstica y solicitó la suma de 7 millones de dólares para retirar dicha petición. Finalmente, tras largos meses de disputa, el actor presentó una demanda por difamación contra su exesposa, mostrando una serie de audios como prueba de su sufrimiento en manos de Amber, con el fin de desmentir las ideas creadas en torno a su persona.
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De este modo, la violencia deja al descubierto dos rostros con los que se presenta ante sus víctimas, revelando que no existen excepciones en nuestra realidad. Varias personas pueden verse unidas por el mismo sufrimiento, solo que algunas son silenciadas por una gran oleada de prejuicios.
Por otro lado, en 2018, una paraguaya fue denunciada en España por maltratar física y psicológicamente a su esposo, además de estafarlo. Generando una opinión completamente absurda, se cree que el hombre está exento de cualquier forma de violencia por parte de una mujer porque la misma es más “débil”, mientras los casos de agresiones pueden mostrarnos otra verdad.
La violencia contra la mujer es un hecho innegable pero, así también, dicha realidad puede transmutar en otros tipos de agresiones dirigidas al género masculino. Ser parte del grupo femenino no implica ser incapaz de actuar como victimaria; por ello, es indiscutible que los hombres también pueden ser víctimas, a pesar de que los prejuicios nieguen esta situación.
Por Macarena Duarte (17 años)