El bombardeo publicitario en las redes amenaza nuestra libertad

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Entre la influencia de las redes y los bombardeos publicitarios, ¿seguimos siendo libres o un grupo de personas poderosas lleva las riendas de nuestro destino?
Entre la influencia de las redes y los bombardeos publicitarios, ¿seguimos siendo libres o un grupo de personas poderosas lleva las riendas de nuestro destino?Imagen extraída de la web

Entre la influencia de las redes y los bombardeos publicitarios, ¿seguimos siendo libres o un grupo de personas poderosas lleva las riendas de nuestro destino? Realidades pesimistas relatadas en libros de ficción se parecen más de lo que pensamos a la actualidad.

Un nicho reducido de poderosos nos hackea el cerebro, diciéndonos qué hacer y pensar, hasta deshumanizarnos y convertirnos en un producto de consumo. Esta descripción suena al argumento de un filme distópico redactado al más puro estilo del pesismista George Orwell, autor de la novela “1984”; no obstante, en realidad este tétrico escenario representa la sinopsis de nuestras vidas en la era digital.

Quizás nazcan deducciones descabelladas ante esta situación actual, como que los gestores de redes sociales planean convertir a la humanidad en una horda de zombies adictos al celular. Sin embargo, a pesar de que este sería un excelente argumento para una serie de Netflix, el objetivo real de los magnates tecnológicos constituye una meta mucho más simple: llevarse nuestro dinero.

En todo intercambio comercial interactúan un vendedor, un comprador y un producto; así pues, las plataformas virtuales no son la excepción a esta regla económica. Las redes venden nuestros datos y atención a empresas que nos bombardean con publicidades, influyendo en nuestra conducta, mientras nos deshumanizan hasta convertirnos en mercancía.

Ofreciendo un servicio “gratuito”, las plataformas como Facebook,Twitter e Instagram almacenan información detallada acerca de los gustos, preferencias e inclinaciones ideológicas de sus usuarios. Esta información proporcionada por el consumidor es vendida a agencias publicitarias que dirigen campañas políticas u ofrecen productos, para que puedan orientar sus anuncios a grupos específicos de personas y aumenten significativamente su nivel de persuasión.

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Contenido establecido de acuerdo a nuestras preferencias, likes como recompensas que a su vez cuantifican la aceptación social y la percepción de que recibimos un servicio gratuito, constituyen la pócima que los creadores de las redes sociales desarrollaron para cautivarnos. A tal punto llegó nuestro estado hipnótico que firmamos contratos virtuales sin siquiera leer la primera línea de estos textos legales.

“Es exactamente la clase de cosa que se le ocurriría a un hacker como yo, porque explotamos una vulnerabilidad en la psicología humana”, admitió sin pelos en la lengua Sean Parker, quien conformó el equipo creador de Facebook. Por su parte, en una rueda de prensa, el creador de Netflix, Reed Hastings, expresó sin tapujos que las plataformas multimedia no compiten con su compañía porque, según el empresario, su único enemigo es el sueño del consumidor.

En resumen, el magnate manifestó descaradamente que su objetivo es que durmamos menos y veamos más series. Aunque la existencia de empresas que nos venden productos prejudiciales para la salud no es nada novedosa, al menos los tabacaleros y fabricantes de alcohol se dignan en ocultar sus oscuras intenciones.

Pecaríamos de ingenuos si creyésemos que podemos superar esta grave situación, únicamente con la acción de generar conciencia ante nuestra dependencia tecnológica. Esta medida es comparable a advertir a un fumador empedernido que el tabaco daña la salud, con esperanzas de una metamorfosis inmediata, o recitar un conmovedor poema a una roca y esperar que de ella broten lágrimas de emoción.

No obstante, con un cambio estructural que involucre políticas gubernamentales y regulaciones a los gigantes cibernéticos, tal vez el futuro se tiña de un color más brillante.

Agustina Vallena (20 años)