Llega la reunión de los perros que tanto organizaste en el grupo de WhatsApp; vos, entusiasmadísimo, hasta que tu novia te dice que ella también quiere ir. Tratás de explicarle que es algo entre los amigos nomás, pero, al observar su expresión, te das cuenta de que acabás de invocar al mismísimo Satán y mentalmente decís 'goodbye, farra'.
De 'lorito óga' se le tilda al muchacho que raramente tiene el consentimiento de la chuli para ir junto a sus socios. Además, de tantos pretextos que salen a la luz en el momento que se le invita a un evento, se gana el apodo de 'permiso'i'. Si bien esta situación se nota más entre los varones, también hay mujeres que afrontan el mismo problema.
Es típico que, cuando los muchachos se burlan de un “hermano caído en las manos de una mujer”, todos, con la frente en alto, cuenten orgullosos que son dueños de sus vidas y que, si tienen pareja, son ellos los que mandan en la relación. Pero resulta llamativo que, al recibir un mensaje de la novia, los mismos se despidan argumentando que están cansados o que “ya es tarde”, siendo que no pasó siquiera una hora del inicio de la fiesta.
Si tu pareja te tiene “hílore”, seguro sabe todas tus contraseñas de las redes sociales, los amigos con los que salís son solo los que tienen en común, tu chuli te planifica la vida y vos siempre respondés con un “sí, amor”. En los peores casos, el hecho de reportar a tu media naranja el “qué hacés, dónde estás y con quién” se vuelve obligatorio.
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Si presentás evasivas cuando te invitan a una salida nocturna o, en el caso de tener permiso, debés enviar fotos de todo lo que sucede en la reunión, definitivamente la correa es corta para vos. El hecho de estar con alguien no debe significar que la otra persona tome el mando de tu vida. Para que una relación prospere, los ingredientes secretos, aparte del amor, son el respeto y la privacidad.
Por Rocío Ríos (18 años)
