¿Qué es lo que realmente sabe la ciencia sobre la masturbación? ¿Qué riesgos existen y cuáles son simples mitos que se arrastran desde el siglo XIX?
Un tabú que sobrevive a la evidencia
La masturbación —la estimulación de los propios genitales u otras zonas erógenas para obtener placer, con o sin orgasmo— es un comportamiento muy extendido: estudios poblacionales en distintos países muestran que la mayoría de hombres y una gran parte de mujeres se han masturbado en algún momento de su vida.

Aun así, en muchas culturas sigue siendo un tema silenciado. Las creencias religiosas, las normas de género y la ausencia de educación sexual integral han alimentado mitos que vinculan la masturbación con la culpa, el pecado o la enfermedad.
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Las principales organizaciones de salud —incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS)— consideran, en cambio, que se trata de una conducta sexual normal, frecuente y, en general, saludable cuando no interfiere con la vida cotidiana.
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Qué dice la medicina: una conducta sexual normal

La visión actual de la sexología y la medicina es clara:
- La masturbación es una forma segura de actividad sexual: no implica riesgo de embarazo ni de infecciones de transmisión sexual (salvo si se comparten juguetes sexuales sin higiene).
- Es habitual a lo largo de todo el ciclo vital, con variaciones según la etapa, la salud y el contexto cultural.
- Puede aportar beneficios: alivio de tensión sexual, mejor conocimiento del propio cuerpo, ayuda para conciliar el sueño y, en algunos casos, disminución de dolores menstruales o pélvicos.
El matiz importante: como cualquier comportamiento ligado al placer, puede convertirse en problemático cuando es compulsivo, interfiere en la vida diaria o está asociado a un uso conflictivo de la pornografía. Pero eso no convierte a la masturbación, en sí misma, en patológica. A continuación, los mitos más frecuentes (y lo que dice la ciencia).
1. “La masturbación causa infertilidad”
Falso.
No hay evidencia de que la masturbación cause infertilidad, ni en hombres ni en mujeres.

- En hombres, la eyaculación frecuente no “agota” la reserva de espermatozoides. La producción de esperma es continua: los testículos generan millones de espermatozoides cada día.
- En mujeres, masturbarse no altera la ovulación ni la capacidad de gestar.
De hecho, algunos estudios sugieren que una eyaculación regular puede favorecer la salud del aparato reproductor masculino, ayudando a “renovar” el semen y mantener el sistema en funcionamiento.
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2. “Te podés quedar ciego, te saldrá acné o pelo en las manos”
Falso, pero muy persistente.
Estas advertencias se originan en textos médicos y religiosos de los siglos XVIII y XIX, que atribuían a la masturbación todo tipo de enfermedades sin pruebas científicas.
- Ceguera y pérdida de visión: no existe ningún mecanismo fisiológico que vincule la masturbación con daños oculares.
- Acné: el acné adolescente está relacionado principalmente con cambios hormonales, predisposición genética, factores inflamatorios y, en algunos casos, estrés o alimentación. La masturbación no aparece como causa en la literatura médica.
- “Pelo en las manos”: se trata de un mito sin base biológica, usado históricamente para infundir miedo o vergüenza.
Los expertos subrayan que estos relatos tenían sobre todo una función de control social y moral, más que una base científica.
3. “Masturbarse provoca disfunción eréctil o reduce la sensibilidad”
Generalmente falso.
La masturbación, en sí misma, no causa disfunción eréctil ni “daña” la sensibilidad de los genitales. Sin embargo, hay matices:
- Un hábito masturbatorio muy marcado, con presión excesiva o una técnica muy específica y difícil de replicar en pareja, puede hacer que algunas personas tengan luego más dificultad para excitarse o alcanzar el orgasmo en relaciones sexuales con otra persona. Esto se aborda con educación sexual y, a veces, con terapia sexológica, no dejando de masturbarse, sino variando la forma y el contexto.
- El consumo intensivo de pornografía puede influir en algunas personas en cómo se excitan (tipo de estímulo necesario, tiempo hasta la erección, expectativas de rendimiento), lo que puede asociarse a dificultades sexuales. De nuevo, la causa principal suele ser el patrón de excitación y no la masturbación en sí.
Las guías clínicas señalan que la masturbación es compatible con una función sexual saludable y que, bien integrada, puede incluso ayudar a tratar ciertos problemas sexuales (por ejemplo, dificultades para alcanzar el orgasmo).
4. “Cambia el tamaño del pene o la forma de la vulva”
Falso.
- El tamaño del pene está determinado por factores genéticos, hormonales y el desarrollo puberal. Masturbarse no lo hace ni más grande ni más pequeño.
- La forma de la vulva y los labios también varía naturalmente entre mujeres, con o sin masturbación. La exposición a pornografía y ciertos ideales estéticos ha aumentado la preocupación por el aspecto genital, pero los especialistas recuerdan que existe una gran diversidad anatómica normal.
Los cambios que pueden observarse en la adolescencia se deben, sobre todo, a la maduración hormonal propia de la pubertad, no a la frecuencia con la que uno se masturba.
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5. “La masturbación causa (o previene) el cáncer de próstata”
No causa cáncer; podría proteger en ciertos casos.
No hay evidencia de que la masturbación aumente el riesgo de cáncer de próstata. Varios estudios de cohorte en hombres han observado que una frecuencia mayor de eyaculaciones (sea por masturbación o por sexo con pareja) se asocia a un riesgo ligeramente menor de desarrollar cáncer de próstata a lo largo de la vida.
Las hipótesis incluyen:
- mayor “limpieza” de sustancias potencialmente dañinas en el líquido prostático;
- un mejor funcionamiento del tejido glandular.
Aunque estos hallazgos no se traducen en una “receta” formal sobre cuántas veces eyacular, la conclusión es clara: masturbarse no es un factor de riesgo para el cáncer de próstata, y podría incluso tener un efecto protector moderado.
En mujeres, tampoco hay pruebas de que la masturbación aumente el riesgo de cáncer ginecológico o de mama.
6. “Masturbarse es malo para la salud mental”
Depende del contexto, pero en general no.
Los estudios en psicología y sexología muestran que la masturbación, cuando se vive sin culpa y de manera integrada en la vida cotidiana, suele asociarse a:
- mejor conocimiento del propio cuerpo;
- mayor satisfacción sexual;
- alivio de estrés y mejora del estado de ánimo en algunas personas.
El problema aparece cuando la conducta está rodeada de culpa intensa, vergüenza o creencias de daño moral o físico. En esos casos, sí puede contribuir a ansiedad o malestar, no por la práctica en sí, sino por el conflicto interno que genera.
La evidencia también indica que personas con depresión, ansiedad o dificultades relacionales pueden recurrir a la masturbación —como a otros comportamientos placenteros— para regular emociones, lo que en ocasiones lleva a un uso compulsivo. De nuevo, no es la masturbación la causa principal del trastorno, sino un síntoma o vía de escape.
7. “La masturbación es una adicción”
En la mayoría de los casos, no cumple criterios de adicción.
El debate sobre la llamada “adicción al sexo” o “adicción a la masturbación” es complejo. Los manuales diagnósticos internacionales son cautos:
- La OMS incluyó en 2019 el “trastorno de comportamiento sexual compulsivo” dentro de los trastornos del control de impulsos, pero no como una adicción clásica al estilo del alcohol o las drogas.
- Lo clave no es la frecuencia, sino si la conducta:
Un adolescente que se masturba a diario o un adulto que lo hace varias veces por semana no es, por definición, “adicto”. Para algunos, esa frecuencia está dentro de lo normal.
El problema aparece cuando la masturbación se convierte en la única vía de alivio emocional, desplaza sistemáticamente otras actividades y no se puede reducir pese al deseo de hacerlo.
¿Cuándo puede ser una señal de alarma?
Aunque la masturbación en sí no es problemática, hay situaciones en las que conviene buscar ayuda profesional (médica, psicológica o sexológica):
- Cuando la persona siente que ha perdido el control sobre la conducta.
- Si se usa sistemáticamente para escapar de emociones intensas (ansiedad, tristeza, soledad), sin otras estrategias de afrontamiento.
- Si la masturbación se acompaña de dolor, sangrado, lesiones o prácticas de riesgo.
- Cuando hay un impacto significativo en el rendimiento académico o laboral, en las relaciones de pareja o familiares.
- Si se vive con una culpa o angustia intensas, derivadas de un conflicto entre la práctica y las creencias personales o religiosas.
En esos casos, el objetivo de la intervención no suele ser eliminar la masturbación, sino comprender qué función cumple, reducir el malestar y recuperar el equilibrio en la vida de la persona.
La ciencia es clara: la masturbación no provoca ceguera, infertilidad, trastornos mentales ni deformidades genitales. Tampoco es, por sí sola, un indicador de desequilibrio psicológico. Es un comportamiento sexual común, con potenciales beneficios y posibles riesgos solo cuando entra en dinámicas compulsivas o se vive bajo el peso de la culpa y la desinformación.
