26 de julio de 2024
La experiencia filosófica de la máscara y su sentido en la ficción descansan en su función de separar de la vida cotidiana a quien la lleva, con lo que le permite tanto cubrirse como descubrir. Decir que la persona es una máscara es saber que el proceso por el cual el rostro llega a reflejar la identidad es un proceso ambiguo, porque enmascara cuanto se declina asumir como parte de la propia definición. Y eso que se declina, ese fondo magmático, ese caos proteico de nuestro desconocido abismo hecho de puras posibilidades aún sin nombre, es lo que la máscara libera.