Paraguayo revoluciona método contra el cáncer

Gustavo Ayala Echeverría se crió en un mundo de laboratorios de química e indirectamente de hospitales.

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Hijo de un ex estudiante de Medicina que trabajó como representante de laboratorio y una madre química farmacéutica, toda la infancia y adolescencia de Gustavo Ayala Echeverría estuvo relacionada con la ciencia médica. De hecho, sus padres eran dueños de dos farmacias ubicadas cerca de dos hospitales de referencia en Asunción.

Tras culminar el colegio en el American School of Asunción (ASA o Colegio Americano), estudió Medicina en la Universidad Nacional, de donde egresó en el año 1989. Luego de su graduación y durante casi dos años, trabajó en el Instituto Nacional del Cáncer con la persona a la que considera la más importante en el desarrollo de la ciencia en Paraguay: el doctor Antonio Cubilla.

A principios de 1991, con el apoyo del mismo profesional, Ayala decidió aplicar para un entrenamiento en la universidad de Georgetown, una de las más prestigiosas de los Estados Unidos.

Con una visa de turista y estimando que su estadía sólo duraría dos semanas, viajó rumbo a la capital estadounidense para una entrevista.


Entre esperanzas y ansias, el resultado fue incluso más de lo esperado: Georgetown le ofreció un puesto que había sido abandonado por una profesional embarazada.

Gustavo no había viajado para quedarse definitivamente pero la oferta le obligaba a lo contrario. "A mis padres casi les dio un infarto", recordó.

Nada había sido al azar y, así, su capacitación y buen nivel de inglés marcaron el inicio de una carrera profesional muy lejos de Paraguay.

 

Luego de hacer su residencia en Anatomía Patológica en la Universidad de Washington DC, Yale le abrió las puertas y logró desempeñarse como jefe de residentes en la misma cátedra.
Más tarde, el patólogo tomó un nuevo rumbo: Filadelfia, donde permaneció durante tres años y medio. En ese tiempo, tuvo la oportunidad de conocer a Patricia Carrón, una paraguaya con quien contrajo matrimonio y tuvo tres hijos.

Mientras que Gustavo –de 45 años- trabaja en el Centro Médico de Texas, uno de los más importantes del país, Patricia es docente en una escuela pública de escasos recursos.

"El Centro Médico es el más grande del mundo. Tiene 20 hectáreas, hospitales sin fines de lucro, dos facultades de Medicina, muchas facultades de enfermería (…) Tiene unas seis mil camas y millones de pacientes al año. Cuenta con unos 150 mil funcionarios", comentó.

 

El paraguayo debe combinar sus labores de patólogo, profesor de la Universidad de Baylor en Houston e investigaciones en el campo de marcadores biológicos y nervios del cáncer.

También es administrador del sistema de recolección de tejidos de Texas, es integrante de la Sociedad de Patología de Texas y, a la vez, es cónsul honorario de Paraguay del mismo estado desde hace cinco años.

Además de sus labores científicas, junto con su esposa, ayuda a los pacientes que van al centro médico. "Creemos que no sólo se necesita un apoyo médico sino también un apoyo emocional (…) Nos volvemos amigos de los pacientes de forma particular y los asistimos", expresó.

 

En medio de todas las tareas, siempre se mantiene en contacto con su hermano, quien también es médico y trabaja como endocrinólogo en Miami.

Una o dos veces al año –generalmente entre junio y julio– Gustavo regresa a su tierra natal. Comenta que, si bien sus padres ya no están, tiene muchos otros parientes con quienes comparte gratos reencuentros.

Innovadora investigación contra el cáncer de próstata

El doctor Ayala es considerado en los Estados Unidos todo un innovador por sus investigaciones contra el cáncer de próstata. Y es que el paraguayo integra un grupo de profesionales de la Universidad de Baylor, quienes hallaron un método de lucha contra el cáncer de próstata. 


"Comprobamos que en el cáncer de próstata, clínicamente los nervios eran importantes (…) Hicimos muchos experimentos en ratones y vimos que el cáncer no crece en ausencia de los nervios. Cortamos los nervios de la próstata física y químicamente. Y, cortando químicamente, usamos el bótox, y así como el bótox corta la relación entre los nervios y músculos en tratamientos de estética, así también lo hace ahora con el cáncer", expresó.

 

Con varios estudios, el método alcanzó efectividad y ahora está siendo probado en humanos. "Es una forma totalmente nueva de hacer las cosas", dijo.

El sistema, que le valió incluso un premio a la creatividad de una organización de Washington, es "súper reciente" y está en proceso de implementación a unos 30 ó 40 pacientes en el Centro Médico de Texas.

El trabajo y constante dedicación llevaron a Gustavo Ayala Echeverría a ocupar un lugar preponderante en la investigación científica de un país competitivo y avanzado como los Estados Unidos.

La labor de este paraguayo, además de una marca valiosa para el país, constituye un ejemplo no sólo para los estudiantes de Medicina, sino para todo aquel profesional convencido del poder de la voluntad, el sacrificio y la superación personal.

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